TANIA
Yo siempre me sentaba delante, en primera fila, no tanto para estudiar como para que digan, oh, miren, se sienta adelante porque es estudioso. En fin, me jacto de tener buena memoria y raras veces olvidaba lo que el profesor enseñaba. Sin embargo, cuando ella llegó al salón, todo el mundo varonil detuvo su coche y abrió paso para permitir que su presencia ingresara en ese tráfico de pasiones que despertaba el fulgor de su rosa. Blanca, ojos claros, cabello castaño, labios rosados, de piernas largas y con un caminar de venada que hacía que los suspiros mismos suspiraran. Y a mi, más que a todos, hizo que me hundiera hasta el fondo de los arrecifes para dibujar en acuarela su rostro hermoso. No hubo ausencia de algún avezado que intentara marcar su suerte con una mujer como ella, pero precisamente una mujer como ella, con su carácter y su determinación, no importaba cuán buen don Juan te creyeras, el resultado era el mismo: date media vuelta, y adiós. Los que se sentían derrotado...