THALÍA
Cuando la conocí, estudiábamos en el mismo salón de la pre - universitaria. Ella era pequeña y de cabello negro y corto y hermosa, ay sí que era hermosa. Se llamaba Thalia. Le hice la conversación como quien uno no quiere la cosa y nos hicimos amigos. Poco a poco profundizamos una amistad. Ella me contaba sus cosas y yo las mías y no había día en que no dejáramos de buscarnos las miradas para saber que estábamos ahí, pendientes el uno del otro.
Una vez nos sentamos después del receso en una mesa del patio y conversamos. Ella me contó que siendo niña bailaba marinera en Trujillo o algo así, y poco a poco empezamos a conversar de otras cosas que no tenía nada que ver con lo del principio, como para preguntarse cómo llegamos a esta conversación así porque sí, pero que la pasábamos genial, la pasábamos.
La recuerdo por su mirada un tanto perdida en el vacío. Como buscando algo sin saber qué. Su voz, su risa, sus ojos, sus abrazos... porque ella cuando me veía corría a abrazarme. Ay carambas cómo disfrutaba que me abrazara. ¡Hermanito!, me gritaba. Era mi súper amiga. En una ocasión, estando sentado casi al último en el salón y ella delante, la vi como aturdida de todo, como cansada, mareada, y me paré para acercarme a ella y preguntarle qué le pasaba. Me dijo que le dolía la cabeza y que no se sentía bien, que no había dormido bien y que es porque tenía gripe. Entonces pedí permiso al profesor para salir al baño y luego me escapé de la academia y fui dos cuadras abajo a comprarle un par de pastillas y un agua mineral para que se sintiera mejor. Demoré, por supuesto, y el profesor lo notó, pero vio lo que fui a hacer y no dijo nada. En cambio ella me lo agradeció.
Al receso, otra vez, le pregunté si ya se sentía mejor, me dijo que sí, que estaba mejor, que gracias por todo y me abrazó. Esos abrazos únicos que te hacen sentir especial y fuerte. Le tomé de la mano para explorarlos como siempre me gusta hacerlo con una mujer que adoro. Le miré los dedos y le acaricié la yema de los dedos con los míos y empecé a vislumbrar palmo a palmo cada rincón de su mano y avancé hacia su brazo. Ella me miró cuando vi algo que no pude disimular mi asombro: cicatrices. No le pregunté para no incomodar, pero la acerqué a mi y la abracé fuerte y le dije que la protegería de todo, que yo sería su ángel guardián, que no dudara en decirme sus penas que yo me inventaré cualquier cosa para hacerle sentir mejor, que la única misión en mi vida a partir de hoy será hacerte reír hasta que la panza te duela. En la noche, ya para irnos a casa, mientras bajábamos las escaleras en forma de caracol, mientras conversábamos de cosas sin importancia, mientras ella enredaba su brazo con el mío para bajar juntos las escaleras, me preguntó: "José, ¿por qué me cuidas tanto?" Yo contesté mientras le daba palmadas suaves sobre la cabeza: "Porque eres como mi hermana pequeña, Thalía, por eso." Ella sonrió y me abrazó otra vez. Hasta ahora me pregunto si esa fue la respuesta que ella esperaba, porque de pronto dejó de hablarme y al poco tiempo se fue de la academia. Hasta ahora no la he vuelto a ver y espero que algún día lo vuelva a hacer aunque sea de casualidad. Yo de verdad la quería como una hermana y no como algo más, no quería mentirle, la quería demasiado. ¿Será que la volveré a ver? ¿Será que se acuerda de mí? ¿Será que es feliz?
¿Será, quizá, una más en mi lista de los amigos que perdí?
¿Será, quizá, una más en mi lista de los amigos que perdí?
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| Ojalá no se moleste porque le robé esta imagen, pero ella es THALÍA. |

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