BAJO LA OSCURIDAD
- Me gusta cuando tus manos recorren mi cuerpo.-
Es miércoles, finaliza la tarde, empieza la noche. En la oscuridad, la toco, la palpo, la siento. No me pierdo ni un centímetro de su piel, dejo que me rocen todos los bellos de su cuerpo. Siento la suavidad, la aspereza, la firmeza. Recorro palmo a palmo su cintura, me salto con la mano su trasero pero hago puente con mis labios, mis dientes, y la muerdo suavemente. Recorro nuevamente con mis manos sus muslos, su rodilla, llego hasta sus pies. Son delgados.
- Hace tiempo que no veo tus pies, pequeña.-
- Verdad, ¿no?
- Sí. Déjame acariciarlos.
Ella cierra sus ojos. Ella se concentra. Me sigue con el pensamiento. Divide sus sentidos cuando mi cuerpo se apega al suyo, cuando mis manos la acarician, cuando mis labios la besan. Hay silencio. De pronto un sonido suave, un suspiro, ¡se ha dado cuenta! Estoy abajo de ella. Echa la cabeza para atrás, abre los brazos de lado a lado, se abre ella a mí, y suavemente la beso, lamo, succiono, muerdo... Me está cerrando las piernas, su mano está sobre mi hombro, me clava la uña, la escucho suspirar más, parece un gemido. Subo más, por su estómago, por sus senos, por su cuello. Llego a sus labios. Intento introducirme a ella con la dificultad del movimiento del roce intenso de nuestros cuerpos. Me ayuda con su mano, generosa ella.
- ¡Ooohhh!
Me muevo lentamente. La muerdo en el cuello, la beso, su oreja no se salva, y siento sus manos posicionándose en mi espalda, baja a un mejor lugar de dónde agarrarse, de dónde tomar posesión de lo que por amor es suyo, y al mismo tiempo se asegura para no escaparme.
- Así... así... Dale... Dale... ¡Uuuuhhh!
Su voz es susurrante, tierna, dominante. Sus piernas me han atado al igual que sus manos. ¡No hay escapatoria! ¡¿Quién querría escapar de la gloria?! La tomo por la cintura, muerdo su oreja, mis dedos la aprietan fuerte, y muevo la cintura lentamente, pero con firmeza. Ya casi he llegado, ella no. Fuerzo la escapatoria. Bajo rápidamente, introduzco mi rostro en la zona de guerra, beso, succiono, muerdo suavemente, mi lengua está jugando con todo lo que encuentra a su paso, explora por dentro, y quizá un poco más abajo, dando visitas inesperadas; siento cómo le crispa la piel, me toma del cabello para no escaparme, su pelvis está en movimiento al ritmo de la música, a veces alocadamente; su cuerpo me dice, ¡ahí! ¡ahí! Y yo voy. Un suspiro más fuerte. Me acomodo, me relajo, me concentro: estoy listo para la otra batalla. Vuelvo a subir por su estómago, sus senos, me detengo un rato, las saludo, las beso, soy un bebé engreído; su cuello me reclama, ella me muerde la oreja, me lame, me sujeta del cabello, y me jala para besarla con fuerza, nos besamos, estamos encendidos, nuestras lenguas se entrelazan, ¡esto está fuera de control! Sin su ayuda me uno a ella con éxito, estoy dentro del juego otra vez. Levanto sus piernas, las pongo delante de mi pecho, me muevo lento, luego un poco más rápido.
- ¡Uuuhhh! ¡Uuuhhh!
Intento darle a ese ritmo para no llegar sin ella, sin embargo, me jala a ella con sus manos, me imposibilita el movimiento, se mueve ella, da círculos, arriba, abajo, se mueve aleatoriamente, fuera de control, ¡me está jugando sucio! Ella quiere ganarme. Me salgo para retomar el aliento momentáneamente, otra vez. Sin bajarle las piernas, tomo sus tobillos en una mano, con la otra aprieto fuerte con los dedos sus muslos, sus prominentes glúteos, y nuevamente mi boca está dentro de ella. Tengo que sacarle provecho a este acto. Estoy de nuevo listo. Duro y listo. Otra vez sorteo mi suerte, y, ¡Vaya que suertudo soy! Ella me siente cada vez más, estamos juntos, tomados de la mano, una mano me lleva a uno de sus senos, la otra me la sostiene fuerte, levanta la cabeza para poder ver que me llama con sus labios, me acerco a ella, le doy un profundo beso, estamos listos. Me muevo regulando la intensidad, de menos a más, y ella me sujeta por atrás, me clava las uñas como diciéndome, ¡esta vez no te vas! Eso me crispa la piel mucho más, alerta todos mis sentidos, y ya estoy aplicando velocidad.
- ¡Aaaaaahhhh! ¡uuuuuuhhh! ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! ¡Aahh!
Es como subir y subir a la cima, juntos. ¡Es la cumbre de nuestros deseos! Con velocidad e intensidad estoy sobre ella, moviéndome al ritmo de sus gemidos, sus uñas en mi piel, sus senos en mis manos. Ya llegué, pero no me rindo. Bajo las revoluciones, intento introducirme más a ella. En cada embestida, mucho más. Quiero que me sienta. Soy un guerrero que ha peleado con honor. La escucho dar sus gemidos, sus ojos cerrados, su boca pronunciando, ¡uuuhhh! Hasta que nos detenemos.
Estamos en silencio.
Ha volteado a verme.
Me besa.
Me abraza.
Suspira.
Pasan los minutos mientras nos miramos en silencio, respirando profundamente, sintiendo el aire que sortea las cortinas de la ventana y nos refresca.
- Te quiero, Josefo.
- Y yo a usted, señorita Aliaga.
Bajo la oscuridad, bajo la luz de la noche, al ritmo lento de las canciones de Lana del Rey, nos volvemos a besar. Onanistas los dos, corazones al unísono, amores correspondidos.
La noche es larga. Volvamos a hacerlo.
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