CREO QUE YA TE FUISTE, Y NO ME AVISARÁS

Sentí, en esta noche de invierno del primer domingo de julio, que debía buscarte en el corazón para alimentarte de este terco amor, y por más que lo intenté, no hallé rastro tuyo, y me asusté. 

¿Dónde estás? Temo que mi convicción haya flaqueado en su determinación, ¿o tal vez solo dejó de sentir lo que hace tiempo debió dejar de sentir? ¿Qué habrá pasado? Me siento extrañamente bien, ¿eso es correcto? ¿Alguien más que yo puede contestar esas preguntas? Porque, en serio, yo no encuentro una respuesta. Estoy como en shock, ella ha desaparecido y no sé si se fue o yo la dejé ir o solamente se ha escondido o en el peor de los casos, la expulsé. Pienso en ella, sí, por ejemplo ahora, mi memoria trabaja duro para tratar de recordar su nombre, y a duras penas lo logra, y también mi corazón trata de reconstruir aquellos lazos que juntos (o quizá solo yo en mi ilusión) enlazamos, pero nada más llega a mí un recuerdo débil. ¡Ni si quiera sus manías ni sus gustos ni nada puedo recordar! ¿Qué ha pasado contigo, morena? Ya no eres tan fuerte como antes, te has debilitado, déjame sentirte para poder encontrarte, estoy esforzándome, ¡te juro que lo hago! No te encuentro, y sin creérmelo aún, he dado media vuelta para volver a mi hogar, calmado, silbando, sin lograr comprender por qué tanta paz, y satisfecho, sin embargo, de esta soledad. 

Espera un momento, no estoy solo, ella me estuvo acompañando, ese color indeciso entre el verde y el rojo, ese extraño ser que disfruta del invierno y tiembla de frío, aquella figura de mujer tierna y llena de amor para sus niños y al mismo tiempo tan sádica y perversa como para morir de risa con dibujos animados sangrientos, esa mano que me ha dado tranquilidad todo este tiempo, su sensatez, su reticencia, sus ojos tristes, sus impulsos de alegría, sus bailes tontos con sus alumnos, su rara risa y su expresión de ¡Qué horror, por Dios!, su dejadez y su forma de coincidir conmigo en los pensamientos, su paciencia y tolerancia conmigo, su cariño y comprensión, su forma de hacerse la interesante, sus almuerzos sin carne de esa vegetariana bamba, los almuerzos con arroz sin sal que preparó para mí, el jugo de plátano que le gustó, los globos rojos el día de su cumpleaños, las flores rojas que quién sabe dónde las puso después, el asalto que dizque sufrió pero que creo que los rateros le devolvieron sus cosas, su silencio, la historia que inventamos juntos y sin ponernos de acuerdo, las fotos que nos tomamos, las canciones que le canté, las canciones que cantamos, los besos que nos dimos, las posiciones de amor que una vez intentamos, la cachetada que me dio por atrevido, el perdón sin arrepentimiento mío, la frialdad de mi voz, el dibujo que le hice en la espalda, el brassier que hice que se quitara, su cuello chistoso, sus rollos de una infancia de gordura, su cabello, los gustos por los animes, su risa, otra vez, su risa, todo eso y más resumido en un nombre: ÁMBAR.

Pronto te irás, ¿dónde vas a estar? Creo que ya te fuiste, y no me avisarás. No, no lo harás. Te voy a extrañar, eso es cierto, y déjame decirte, Ámbar Harumy R.V, que te quise con todo mi corazón aunque no te haya dicho nunca un te quiero, pero de seguro que eres consiente de ello, de que te quiero, por todos los detalles que quise darte mientras estabas conmigo, por ese ramo de flores rojas, ese cuarto lleno de globos rojos, esos apelativos que te ponía, esos besos y caricias que te di eran más que deseo sexual, esas historias que juntos formamos en tantas conversaciones en las que te pedía soñar, en todos esos deseos que te hice pedir a las estrellas mientras las mirábamos, esas noches en que te pedía que miraras al cielo solo para poder ver la luna a través de tus ojos, cuando te llevaba al paradero por las noches, cuando te ponías mi ropa y te decía lo bonita que te veías, como cuando me despertaba siempre a media noche para verificar si estabas abrigada o no, o para cerrar la ventana porque te veía temblar de frío, como cuando amanecíamos y te abrazaba conmigo, cuando te ayudaba a preparar tu clase o resolver tu tarea de inglés (no fuiste la única que me utilizó para eso), cuando abría la puerta para ti, mientras viajábamos en el carro contigo en el asiento del lado de la ventana, cuando te tomaba de la mano al bajar del carro, las conversaciones raras que solíamos tener, y tantas otras cosas más, Ámbar. Sin embargo, el recuerdo más hermoso que tendré de ti, será aquel día en que decidiste por tu propia iniciativa ponerte mis patines. Gracias por las historias que me diste para escribir. Gracias por ayudarme a olvidar y estar en paz conmigo mismo. Voy a extrañarte. No dejes de soñar. No te olvides de mí. No olvides visitarme.  


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