TODO BIEN, HASTA QUE... ¡PUM!
- ¡¿Hemos estado teniendo sexo durante ocho horas?! - Dijo, alarmada, con una expresión en el rostro lleno de incomprensión. - Qué poco productivos somos... - Continuó, riendo.
Mirándome con esos redondos ojos negros, una luz de picardía se asomaba lentamente. Su lengua saboreaba sus labios al verme frente a ella, desnudo, y preguntó: -¿Otro?-
- ¡Por supuesto! - Contesté.
La vi bajar del carro como a las tres de la tarde, en el paradero que está frente al Molitalia de la avenida Venezuela. Yo la esperaba en el puente peatonal, con la intención de enseñarle que debe ser responsable y no cruzar por la pista. De alguna forma lo aprendió, y yo estaba feliz por eso. Me buscó donde ella ya sabía que habría de encontrarme, y caminó con su andar de pato hasta donde estaba yo, se lanzó sobre mí, rodeando mi cuello con sus brazos, y me dio un beso rápido, fugaz, y preguntó si había esperado mucho. Nos quedamos conversando ahí por un rato. Las preguntas de rutina, tal vez. Cómo estás, qué haz hecho en todo el día, si tenía hambre o qué tenía ganas de hacer. En esa pregunta me detuve, pues me miró fijamente, de una forma muy traviesa, e hizo esa expresión en su rostro que me decía, 'Tú sabes qué tengo ganas de hacer'. Sonreí.
Los carros pasaban a toda velocidad, y la gente, abajo, sorteaba su suerte para cruzar la avenida.
- Mira, si a ese lo atropellaran, estoy seguro que no diría que fue su culpa, pues esa gente es, en su mayoría, idiota.
- Qué bonito está el sol, ¿no? Tómale una foto.
No me hizo caso. Volví a sonreír. Tomé la foto, y nos fuimos caminando de la mano.
Estando en casa, sentados frente al ordenador, le conté que había encontrado un buen libro que tal vez podríamos leer juntos, le dije que era una novela erótica, e hizo nuevamente ese sonidito con su boca, 'huy...'; moviendo sus hombros, coqueta. Entonces me acerqué a ella y la besé, nos pusimos de pie sin apartar nuestros labios, y la recosté sobre la cama.
El comienzo lo marca ella.
Domina con su cuerpo el mío, y se monta sobre mí. Besa mi cuello, por debajo de la oreja, y sus manos buscan sin llegar jamás lo que ella quiere encontrar. Provoca. Mi manos suben desde los dedos de sus pies hasta sus pantorrillas, y poco a poco, deteniéndome en todos los por menores existentes, busco la hebilla de su correa, y suplico, mudo, con mis manos, que se quite todo. Contrario a mis deseos, hunde mi rostro en su pecho por encima de su blusa, y me quita la casaca con su magia. Besa mis hombros, recorre con sus labios mi pecho, baja suavemente por mi estómago, y sus manos deshacen los obstáculos presentes, y sin pensarlo dos veces, empiezo a sentir el interior de su boca, su inquieta lengua, y sus labios.
- Me ha dado hambre.- Le digo. Ha pasado una hora.
- A mí también me ha dado hambre.
Me levanto de la cama, y busco algo para preparar rápidamente.
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El jueves, primero de febrero, saqué copia a las llaves del nuevo lugar donde vivo, compré unas zapatillas nuevas, guardé un polo en la mochila para cuando llegara a verla, y me preparaba para sorprenderla con el detalle de recordar juntos que un día como hoy, cumplíamos un año de estar enamorados. Hice un recuento de las historias que antes había leído, con la intención de contárselas mientras caminábamos tomados de la mano por la calle, y ver sus ojos clavados en mí, esperando la continuación del cuento que iba narrando, atenta, lista para una nueva expresión. Ella siempre escuchaba atenta las historias que yo le contaba.
Quién iba a pensar que sería el último día.
Lo siento. No sé vestirme bien. Me pongo el polo al revés, pero no para joderte. Solo me puse el polo y ya, tenía un repuesto en la mochila, pero me dio frío y vergüenza cambiarme el polo en la calle. Pensé que tal vez harías un comentario al respecto, no que me hicieras sentir avergonzado. Quería que me visitaras cuando pudieras sin tener que esperar a que te abra la puerta, y las zapatillas rotas de las cuales te burlaste la última vez, las cambié por unas nuevas que me costaron un poquito más de lo que pensé. Y, por si acaso no lo hayas visto, en la cabecera de la cama tenía una bolsa blanca, que, aunque no lo creas, la tengo desde abril del año pasado. Estaba tejiendo quién sabe qué, pero era para ti. Dejé de avanzarlo porque tuvimos esa pelea... y bueno, nos separamos... Pero desde que volvimos a salir lo había retomado. La verdad es que pensé en que te haría una chalina, solo que no quedó exactamente como pensaba; sin embargo, era para ti. Ojalá hubiésemos salido aquel sábado que te dije. Apuesto que lo cancelaste porque te dije que tenías que levantarte temprano. ¡Te iba a llevar a Ventanilla!
Soy un idiota.
Soy un idiota.
Hoy no quise convencerte de nada, solo quería hablar. La expresión en tu rostro cuando me viste me confundió, y por más que pensaba, 'Di algo inteligente, di algo inteligente'; dije lo que dije y me fui.
Solo escribo esto porque quería desahogar el pensamiento.
Este escrito hubiese terminado de otra forma de no ser por hoy.
Estoy triste nuevamente, pero pronto estaré bien.
Tengo trabajo y estudios del cual ocuparme.
Lo malo es que siempre vuelvo al mismo lugar... Y soy un maldito egoísta.
Adiós.

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