THALIA: seis años atrás.
De pronto mi mente me lleva a algún punto del tiempo del pasado, quizá en un mundo paralelo al de la realidad, en una tarde apunto de hacerse noche, caminando sobre un suelo de madera lleno de arena de playa, y la brisa fría golpea el rostro de Thalía, que está sentada en un lugar aparte del círculo que habían formado los amigos, mirando el mar con nostalgia, pensando en quién sabe qué cosa, estando junto a nosotros, pero sin estarlo. Nunca me dio la impresión de estar del todo con nosotros. Pero, ¿quién está del todo junto a uno? Siempre pensamos en algo aparte. Parece tener frío.
Habíamos salido todos de la academia, un fin de semana, con nuestras mochilas llenas de cuadernos, y también licor. Jóvenes aún, sin preocupaciones. O quizá todas las preocupaciones. Cuando uno es adolescente, se preocupa por cosas de adolescente, y ya es un mundo entero para nosotros. Pero no le quito la mirada mientras me acerco a ellos.
Blas es un amigo 'sano', no es de evadir las clases para salir con los amigos, pero aún así lo arrastramos con nosotros a vivir la experiencia, y a pesar de los miedos que tiene, nos sigue. Somos una mala influencia para Blas. Lo veo también sentado en un lugar aparte del círculo que habíamos formado, mirando el suelo y cogiendo sus rodillas. Está borracho, y eso ayuda a desatar sus lamentos, y me acerco a animarlo.
- Blas, comparito, ¿qué tienes? No te pongas así, disfruta el momento.
- ¡Claro, pues, Blas! Puta mare huevón, ven a divertirte con la gente. - Dice Cedeño, un moreno gordo que siempre nos motiva sin culpa a todo.
Yo continúo.
- El que debería estar triste y sin esperanzas soy yo, huevón. Mírame, estoy enamorado de una chica que ni caso me hace, a pesar que ya sabe que estoy como un becerro por ella. - Ella se sabe aludida, y mira la arena. - Pero, ¿qué voy a hacer? No me voy a poner a lamentarme como un marica. Lo que voy a hacer ahora mismo es acercarme a ella y hacerle el habla, ¡y quiero que todos se queden callados, ah! -
- ¡Con todo, rhasta, nosotros te apoyamos! - Dijeron todos, silbando y riendo.
Me acerqué a ella, estaba sonriendo, y al sentarme de cuclillas cerca a ella, besé su hombro izquierdo y le dije suavemente lo de siempre después de la primera vez: - ¿Ahora sí me darás una oportunidad? -
Ahora me mira a los ojos, me sonríe, y dice: - Aún no.- Me toca la nariz, me roza el brazo con sus dedos, y sin apartar la mirada, se va. ¡Qué hermosa es!
La noche aparece sin darnos cuenta, y solo la luz del poste por encima de Blas nos alumbra. Pero la he visto una vez más a los ojos, y veo lo mismo de siempre desde que conversé con ella sobre la mesa del cuarto piso de la academia. Veo a la niña pequeña que baila marinera en los concursos de Trujillo, la veo dar vueltas infinitas veces en sus pupilas negras, y aunque hasta ese momento me había prometido no sorprenderme más con nada que viera en el mundo, se me cayó la baba y se agitó mi corazón cuando pude ver en vivo y en directo y en carne propia la silueta que dibujaba su sonrisa en su rostro, y creí que la vida era poco para disfrutar solo una vez aquella vista. Así que me propuse hacerle sonreír cada vez que la vea, reclamar la pequeña dosis de vida que solo ella me podía dar, mi droga. Y cada vez que la veía en la academia, sentada con sus amigas, caminando por la calle, comiendo y hasta en mi imaginación, pensaba: Mi vicio, su sonrisa. Era un motivo más para esperar el día siguiente, el saber que la puedo volver a ver. Pues, ¿A quién le importa el infinito, las estrellas, la luna, el sol y la galaxia entera, si un minuto con ella vale millones de veces todo eso?
Todos se ríen de mí, diciéndome que ya la deje en paz, que no me va a hacer caso, que ya es el turno de Cedeño, y yo pienso, con estos amigos, ¿quién quiere enemigos? Me río, los miro y la miro. Dos amigas se ponen de pie y van con ella, Gianina y Delicia. Gianina es bonita, chistosa, muy amable, y parece como de vidrio, frágil; Delicia siempre me ha dado la impresión de tener una inocencia falsa, pero es así, inocente. Me siento un rato con los muchachos, tomo un poco de cerveza para armarme de valor, los miro y les digo: - Vamos por el segundo round.-
- ¡No te va a hacer caso, oh! -
- ¡Vamos, rhasta, tú puedes! -
- ¡No lo desanimen, oh! -
Tengo mi mochila en las manos, me he sentado cerca a las tres chicas, casi un metro; y Thalia me ha visto llegar. Cuchichean cosas. ¿Qué dirán? Saco un cuaderno, un lapicero, escribo algo, y se lo doy. Me mira a los ojos, cómplice, y también escribe.
- Hola. -
Solo ha respondido a mi 'hola'. Le vuelvo a escribir.
- ¿Estás ocupada?
- Un poco, sí.
- Mi nombre es José, mucho gusto.
Sonríe.
- El mío es Thalia.
Miro el mar por un momento antes de responder, y vuelvo a escribir.
- Estoy enamorado de ti.-
Voltea a verme ni bien lo lee. Se acerca sigilosamente dos palmos a mí, y me da nuevamente el cuaderno.
- Qué atrevido eres.
- Lo siento, pero la inspiración no avisa.
Se acerca dos palmos más, a la mitad entre sus amigas y yo, y me da nuevamente el cuaderno.
- Tú también me gustas.
- Entonces acércate más.
Ahora está a mi lado, apoya su cabeza sobre mi hombro abrazando sus rodillas, la tomo por la cintura, y beso su frente.
- No te vayas, Thalia.
Thalia iba a irse de la academia, no me dice a dónde, pero se irá. Todos se irán. Volteo a ver a Gianina y a Delicia, y han desaparecido, se han marchado. Vuelvo a darle un beso en la frente a Thalia, y volteo a ver a los muchachos. Todos se han ido, solo hay huellas en la arena. Y no me desespero, no he perdido la calma, porque habrán desaparecido todos, pero a Thalia aún la tengo entre mis brazos, y la apego más a mí para nunca sentir el ansia de perderla, y ella voltea a mirarme al sentir la fuerza con la que me aferro a ella, y veo sus pequeños ojos, sus labios se mueven diciéndome algo, pero no logro escuchar su voz, y pequeñas migajas como polvo lunar caen de su piel, y mi corazón se acelera. Repito, - no, no, no, por favor, no, no...- Thalia se está yendo, Thalia se va. Thalia se hizo polvo en mis brazos, y cierro los ojos para no ver.
- José... -
Era la voz de Thalia. Estamos bajando las escaleras, es un martes por la noche saliendo de la biblioteca de la academia, solo estamos ella y yo después de conversar en la mesa del cuarto piso, y no logro comprender cómo fue que terminamos acá, pero escucho a Thalia decirme: - ¿Por qué me cuidas tanto? - Sonriendo.
Despierto, son las ocho y media de la mañana.
Han pasado seis años.
Ojalá le hubiera dicho: Porque estoy enamorado de ti.

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