INVÉNTATE UN FINAL

Aquel domingo desperté con un único pensamiento en la cabeza: 

"Hoy me invento un final".



Pensé,

Deseo un final sin dramas, sin adioses innecesarios, sin ataques de asma cuando la vea, sin desequilibrios óseos ni borbotones exagerados en las venas, y con el corazón calmado para evitar el manantial de lágrimas que solía provocar su aroma, sus ojos, su cabello desaliñado, y su hermosa piel de mujer. 

Así que tomé entre mis manos aquella guitarra dentro de su estuche, y la puse sobre mi hombro. Me miré al espejo, me di cuenta del tiempo que había pasado, |de todo lo que tuve que pasar para llegar hasta ese día que no imaginé, y sonreí orgulloso de todo lo que resistí. ¿Quién lo hubiese hecho mejor que yo? 

Pensé,

Tenías razón. La vida no es un libro. Tú no eres la niña mala ni yo el niño bueno. Solo él pudo soportar tanto, y yo soy un tonto. Pero contigo, morena, contigo, hasta lo que sé, y no quiero saber más, es que fui yo el que más pensó en ti como el amor para siempre, el amor de hasta abuelitos, el primer amor. La vida continúa, ¿verdad? 


Me dejé arrastrar por la rutina del día y esperé la noche.

Bajo una oscuridad tenue donde recién aparecían las estrellas, intenté no sobre pensar demasiado las cosas, siendo consiente que quitando esa pieza restante de mi torre de esperanzas, todo se caería abajo. Pero, ¿qué más podría quedar? ¿Los recuerdos? Una torre sosteniéndose sobre aire. Yo solo fui quién les dio significado, yo solo las mantuve vivas y con esperanzas durante cuatro años. Cuatro años. 

Esa noche no le di oportunidad al caos aunque estuviera en el centro de concentración de los 'no lo hagas', 'quizá aún tengas una oportunidad', 'aún no es hora', y tantos otros pensamientos. Y todos ellos pedían ser escuchados, pero no escuché. Hasta que al estar en el puente que habría de llevarme hasta su casa, escuché sin querer un, 'tan solo imagínalo', y me detuve en seco.

Escuché sus pasos acercándose a mí, como si caminara sobre madera. Escuché los latidos de su corazón, como si usara un estetoscopio. Escuché su respiración al inhalar y al exhalar, como si durmiera alado mío. Escuché el correr de su sangre por sus venas como si fuera agua dentro de tuberías. Y escuché su voz decirme, amor, como si estuviéramos en un lugar apartado del ruido donde no se escuchara nada más que ella. Y la vi. Vi el fulgor de su ser iluminar el palco donde pronunció aquella palabra que bastaría para yo entregarle el mundo si me lo pidiera. Y morí de nervios y las tripas se revolvieron. Mariposas negras sentía dentro de mi estómago, y el vómito de bilis amenazaba mi garganta. Me sentí tan débil que creí tener fiebre colérica. Y me sentí más solo que el mar en invierno. Lloré de desesperación por dentro clamando piedad a nadie. Déjenme ser libre, por favor, ¡YO NO LES HICE DAÑO! Necesito ayuda...

Perdí el poder sobre mí por un instante, y recuerdo que apresuradamente saqué varias hojas de notas de mi cuaderno de apuntes, busqué un lapicero y escribí frenéticamente una improvisada carta sin rencor, una carta de alivio para mí; y vi pasar un señor vendiendo cosas andinas, y recordé que alguna vez te regalé algo parecido y lo tomaste entre tus manos y los pusiste sobre tu pecho; y terminé de escribir lo que tenía que escribir, y puse la nota dentro del bolsillo del estuche de la guitarra, y junto con lo que compré, te escribí con la idea de advertirte que estoy yendo a hacer la tontería que iba a hacer, y no estabas para detenerme. 

Pensé,
Qué bueno que sigue siendo igual que antes... No me arrepiento de nada. Ahora sé que hago esto por mí.



Toqué su puerta, dejé las cosas que tenía que dejar. Y adiós.


Siempre creí que eras la más hermosa de todas en este mundo. Era tu fan N° 1. Siempre lo seré.


Posdata: Perdóname la foto, solo te la robé y ya.

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