CASUALIDADES

Ven y háblame de alguna casualidad.

- Eres un estúpido. -

Tus ojos se pierden en mí, quieren desahogar sus ganas de sentirse engreída, mimada; y me llamas levantando tus brazos, sacudiendo tus pies, mirando desde abajo como si tuvieras tres años, y yo voy. ¿Cómo explico lo que siento al ver tus brazos rodear mi cintura y tu cabeza apoyarse en mi vientre? 

Entonces recuerdo aquel día en que te vi por primera vez. 

Recuerdo que no tenía dinero para viajar, iba a quedarme en casa mosqueando mi cuerpo, mirando el techo y pensando en lo inútil que es mi vida, hasta que recibo un mensaje de una amiga pidiendo ayuda en el guiado de un viaje, y acepté sin chistar. 
Huancaya.
La sierra central habría de ser mi centro de desfogue mental, las montañas, la verdosa vista que se confunde con el azul del cielo, las nubes, los ríos, las piedras, los animales, la lluvia, el frío, la fogata, los amigos, y pensar, ¡cómo amo viajar! En medio del río, sobre una piedra, imaginaba mi vida futura en mi combi viajera, mi short y mi polo manga cero, mi sombrero de paja, la ventanas abiertas, en algún camino a trocha en medio de la nada, deteniéndome de rato en rato para orinar, para almorzar sentado al borde del asiento de mi combi, mirando el enorme vacío de una vida sola y plena, realizada, sin pedirle nada al mundo y recibiendo todo de él. Los atardeceres anaranjados mirando el oeste, la neblina cubriendo el cielo que llora la pena de algún amor contrariado, los arcoiris después de la tempestad, los sonidos de paz de los grillos, las aves, las ranas y el palpitar de mi corazón, en medio de la montaña, al borde de la tranquilidad, al extremo de la locura, viviendo como viajo.

- Qué hippie eres, ¿sabes? - Me interrumpe ella.

En fin, lo cierto es que ese día viajaba de guía y sin pagar, por el contrario, me pagaban. Amé la oportunidad como no te imaginas. Me sacaba de todo lo que me tenía atrapado en Lima, los estudios, el trabajo, las frustraciones, las penas de amor, etcétera. Ese día te vi, pero ni importancia te di. Quizá porque te vi acompañada, y pues yo tenía mis propios problemas. Me pareciste agradable, eso sí. Calladita, ensimismada, mongolita. 

- Baboso. -

Pasó lo que siempre pasa cuando los amores tóxicos te vuelven adicto a los fracasos, y volví a estar de amores con la misma persona. Mejor no te cuento cómo fue, solo diré que fue bonito mientras duró. Sentí que lo podía todo, y procuré hacérselo saber. Terminamos, y mal. Luego volví a salir de viaje, de guía y pagado. Y te volví a ver después de... ¿Cuánto tiempo?

- Siete meses. -

Siete meses. 

- Yo no iba a ir ese día, ¿sabes? Yo había planeado ir una semana antes, pero pasó algo y fui ese domingo. -

¿Casualidad? No lo sé. Ese día empezamos a salir. Te invité a comer, conversamos, nos reímos, cada quién a su casa. Planeamos volver a vernos, y así se dio todo. Aquella noche cuando todo se había acabado conmigo y lo demás, nos vimos y salimos a caminar toda la noche tomando nuestra 'chata' con Coca - Cola. Recuerdo que a las dos de la madrugada, bien picada, terminaste diciéndome al oído: "Hace meses que no cojo, y quiero que me cojas": Fuimos a un hotel, cogimos a todo dar. "Es el sexo más intenso que he tenido." Dijiste. Y te dormiste. Yo pensé, soy un pendejo. En fin, lo que continuó después de eso, las llamadas indeseadas de aquella persona y los insultos, llegaron como lo predije, pues se había vuelto tan aburrida y lo único que esperaba de ella era eso, despecho; y solo pensaba en salir contigo a distraerme, conocerte más, sentirme bien. Para mí es jodido este tema, no quise ni tuve ganas de hacerlo, pensé que sería bien pendejo de mi parte, pero tú nadita que me decías, 'sí, tienes razón'. Por el contrario, seguías y hasta me buscabas. Eso es obvio, por supuesto, porque soy muy guapo y atractivo.

- Jajajaja, ¡cómo te quieres, ah! -

Va, es verdad. Las cosas como son.

- ¡Yo no te buscaba! -

Huy, sí. Si escribo esto y ella lo lee, seguro que me vuelve a escribir para insultarme o cosas así. Bien merecido lo tendría, pero ya me importa poco. Ella me jodió también. ¿Sabes qué? Mejor no hablemos de eso, prefiero olvidarlo. Next!

- Estoy de acuerdo. -

Tú me caes bien, te tengo mucho cariño y te quiero a mi modo. Lamento no poder entregarte más, pero si gustas, podemos ir con paciencia, a paso de caracol. ¿Sabías que si los caracoles caminan sin parar, recorrerían un kilómetro a la semana? Hazte la idea. 

- Jajajajaja. No te preocupes, te entiendo. -

Me gusta estar contigo, y eso no lo puedo negar. Que te comportes como una perra cuando estemos cogiendo.

- No me llames perra a menos que estemos cogiendo, honey. -

Está bien, princesa. La cosa es que tú sabes a lo que me refiero. Eres genial, me caes super bien. Trabajas, tienes tus metas, te ordenas, eres independiente, eres inteligente, piensas más allá de las cosas, eres responsable, cumplida, y para tu edad, creo que en cuanto a madurez, estás bien. Puedes mejorar. Es lo que yo veo. Flaquita y bonita, reilona y enojona, engreída y chinchosa. Además, cocinas rico. Quizá te suene machista, pero te recomiendo primero conquistar mi barriga. Luego de eso, podemos hablar de otras cosas. En fin, dime tú si de todo lo que hemos conversado, no crees que ha sido casualidad. Porque lo de viajar a Huancaya, no lo planeé. Cayó de casualidad, y ahí te conocí. Lo de Lachay, tampoco lo planeé. Cayó de casualidad, y ahí empezamos a salir. Ese día que nos tomamos la 'chata', estaba triste y tú salías del trabajo, tampoco lo planeamos. Casualidad, y ahí empezó todo. Y, mira, hasta el teclado tiene la 'jota' y la 'eme' casi juntos. ¿Casualidad?

- No quiero pensar en eso. Mejor cojamos. -

Vayamos a un hotel, mejor. Quiero que grites como aquella vez, y no te aguantes. Y no te olvides que este domingo nos vamos de viaje otra vez. Tenemos que coger en las montañas, sí o sí.

- Eso sí, en las montañas. Pero me da vergüenza. -

Cuando la tengas dentro te olvidas de todo.

- Para romántico nadie te gana. -

Por cierto, todo esto me hace recordar a la primera flaca con la que salía. Varias veces sentía ganas de volver a escribirle, salir y coger con ella, aunque yo como huevón me enamorara de ella otra vez y me botara como basura. Me pregunto qué será de ella, ya no la he vuelto a ver, ni tampoco me preocupo en volver a verla. Quizá algún día nos crucemos por la calle, y nos miraremos fijamente, ya sin reconocernos...

- Qué SAD tu vida. No me hables de esas cosas, no me gusta.-

Otro día mejor.

- O mejor no. -

¿Sabías que los caracoles pueden estar cogiendo durante siete horas sin parar? 

- Ven, caracol. -

Me encanta esa carita. Caracola. Oye, te queda ese apodo, por lo babosa.

- Eres un estúpido.-





Comentarios

Entradas populares de este blog

ISABEL

CREO QUE YA TE FUISTE, Y NO ME AVISARÁS

CONVERSACIONES