RECUERDOS

- ¿Te has lavado las manos?
No.
- No puedo creer que no te hayas lavado las manos, eres un cerdo.
Yo cada vez que salgo del baño, nunca me lavo las manos, y es la primera vez que me dicen que soy un cerdo por eso.
- Es que has ocupado, ¡Tus manos están sucias! Y encima de eso, ¡vas a comer!
¡Bah! Eso es lo de menos, así le da más sazón a la comida.
- ¿Estás diciendo que cocino feo?
No, Mishita, cocinas rico.
- Esos besos tuyos en el cuello nunca sé lo que de verdad dicen.
Venga, sírveme un poco de lo que sea que hayas preparado.

Nos encontramos donde solemos vernos, nos preguntamos de qué queríamos conversar, le dije que primero lo primero: tengo hambre. Me dijo que vayamos a su casa, que me prepararía algo de comer. Adoro cuando me prepara algo de comer. Le extendí el brazo para que se sujetara de él, caminamos juntos por las calles mirando a la gente pasar, nos detuvimos para comprar un helado, le brillaron los ojos cuando le dieron el suyo, me daba la impresión de que solo le faltaba ronronear. Es una gata fallada, pensé, no ronronea. 

Le cedí el asiento de la ventana, nos mirábamos de vez en cuando, no nos decíamos palabra alguna, creo que porque estábamos comiendo nuestros helados, y también creo porque iba a ser difícil quitar el hielo. 

Recuerdo la primera vez que nos vimos: Campo de Marte, ella mirando sola las chicas bailando, yo cayéndome a sus pies, ella dándome permiso de besar sus botas, yo dándole las gracias pero sin aceptar su oferta, ella llamándome o haciéndome adiós cuando me iba (entre risas me dijo que se estaba despidiendo, que no me llamaba, ¡pero lo dijo riéndose!), yo yendo a hacerle la conversación, ella actuando como hombre, yo más bien siendo hombre, ella sonriendo, yo observándola. 

- ¿Qué te gustaría que te preparara?
Un rico bistek a lo pobre con su jugo de maracuyá y de postre gelatina con flan.
- ¿Algo más?
Para qué me preguntas si no me vas a hacer lo que te pido.
- Pero tú exageras. Estás igual como cuando te digo que adivines algo y me sales con cualquier clase de tontería. A veces de verdad creo que eres mongolito.

Me tomó de la mano, por encima de la mano, quité mi mano suavemente, ella volteó a mirarme, y la abracé, la atraje hacia mí, me miró, apoyó su cabeza en mi hombro, y me dio un puñete en las costillas. 

Recuerdo la primera cita que tuvimos: Yo en clase de Física, ella entrando al salón, yo sin darme cuenta de nada, ella buscándome con la mirada, yo preguntándome por qué mis compañeros volteaban a ver a esa chica que acababa de entrar, ella encontrándome, yo reconociéndola, ella viniendo hacia la carpeta vacía a mi costado, yo hundiendo la cabeza entre mis hombros, ella ordenándome que me sentara bien, yo en la cafetería pidiendo algo de comer, ella mirando a todos lados reconociendo el lugar, yo recordándome que no debía contarle tantas cosas porque esta mujer está loca, ella ordenándome a que me describa, yo describiéndome, ella describiéndose, yo saboreando su ser con mi mente, ella perturbándome más de la cuenta, yo perturbándome más de la cuenta, ella perturbándome más la mente, yo recordando que tenía clase, ella queriendo que me quedara, yo yéndome porque de verdad tenía que irme y no porque me hiciera el interesante aunque no se lo dijera. 

Era la primera vez que iba a su casa, normalmente siempre le pedía que me trajera algo de comer. Si algo hay que rescatar de ella es que cocina rico, y siempre que sabe que tengo hambre, me trae o compra algo. Es hogareña, aunque medio loca. Estar en su casa me hacía sentir en deuda, ¿debía invitarla a venir a la mía? Iba a ser complicado aquello. ¿Y si nos veía su enamorado? No lo quería pegar, digo, porque siempre llevo una barra de goma encima. Mentira. Eso pensaba mientras la veía ponerse un short negro, ella se cambio frente a mí, debe ser la costumbre de nuestras aventuras amorosas. Ya llevaba tiempo sin mirarla semi desnuda, sus piernas son firmes, enanas; sus senos siguen ricos, y lo que más me gusta de ella: su piel morena.

Recuerdo la primera vez que fuimos a comer y conversar: Ella esperándome en el Real Plaza de Lima, yo llegando diez minutos tarde, ella perdonándome sin antes decirme que a una dama no se le hace esperar, yo invitándola a tomar un café y comer unas donnuts, ella pareciéndole genial la idea, yo mirando a la chica de enfrente de nuestra mesa, ella mordiéndome el cuello y jugando con sus dedos en mi barba, yo advirtiéndole de la chica de enfrente, ella excitándome apropósito con intenciones de seducir a la chica de enfrente, yo queriendo salir a la calle para recibir aire y enfriarme, ella caminando por entre la gente como si flotara y jalándome a ir a su ritmo, yo escuchándola, ella molestándose, yo pensando en otra persona, ella yéndose.

- ¿Y si hacemos una lista de los lugares que deberíamos visitar?
¿Una lista?
- Ya fuimos a un bonito lugar a las afueras de Lima, yo sé que tú conoces más, ¡llévame! 
Pero, ¿una lista?
- Sí, de los lugares que deberíamos visitar.
¿Una donde tú me llevarías a conocer y yo hacerte conocer?
- Suena bien.
Uuuummmm...
- ¿Qué cosa? 
Nada... Estoy pensando en qué lugares debería llevarte a parte de las que ya conozco.
- Está bien, voy a ver el arroz, ya vuelvo.

Recuerdo la primera vez que fallamos en intentar hacer el amor: Ella llevándome al fondo del carro, yo siguiéndola, ella sentándose al lado de la ventana, yo a su costado, ella dándome besos en el cuello y aveces mordiéndome, yo acelerándome el corazón, ella tocándome indevidamente por encima de la ropa, yo rogando que nadie venga a interrumpirnos, ella metiendo su mano debajo de mi polo, yo haciéndome el loco, ella rasguñándome el pecho y diciendo miau sensualmente a mi oído, yo haciéndome el loco, ella metiendo su mano por debajo de mi pantalón, yo sujetándola fuerte de la cadera, ella moviendo su mano de arriba a abajo, yo cerrando los ojos, ella deteniéndose, yo calmándome, ella diciéndome para bajarnos, yo intentando recomponerme, ella caminando delante de mí en busca de un hotel, yo siguiéndola pensando en que la seguiría a cualquier lado, ella encontrando un hotel, yo pensando en la forma en que me controla, ella tumbándose sobre la cama, yo encima de ella imaginando cosas que no debo, ella dejándose desvestir, yo pensando más de la cuenta, ella me advierte, yo avergonzado, ella me pregunta qué pasa, yo le digo que no es quien quisiera que sea, ella preguntándome a qué me refiero, yo soltándome por completo lo que llevaba encima, ella casi entendiendo, yo maldiciendo el otro recuerdo, ella diciéndome que perdí mi única oportunidad, yo abrazándola, ella mirándome, yo pidiéndole disculpas, ella diciendo que me torturará, yo sin entender lo que dijo, ella diciéndome que solo debería mirar, yo siguiendo sin entender, ella masturbándose frente a mí, yo mirándola y conociendo el voyeurismo, ella haciéndome voyeurista, yo olvidando el mal recuerdo.

- Ya hemos discutido como cuatro veces, no creo que deba discutir por esto también.
Pues deberíamos olvidarlo entonces...
- Tienes razón.

Nos sentamos a conversar como dos personas adultas, casi distanciados, como si fuéramos un antiguo matrimonio después del divorcio, quedando claro todo asunto, calmados, algunas cosas fuertes, algunas no tanto, recordando cosas del pasado, menos mal no tuvimos ningún hijo.

- ¡Ag! ¡Ya recordé que me dijiste que tu semen llegaba hasta el techo!
No te dije eso, solo te dije que mis hijos estaban pegados en el techo.
- ¡Ag! ¿Y no es lo mismo? Cochino.

Sonríe. 
Misha sonríe.
Misha es amor.

Ella se ve linda cuando sonríe. Dejamos de ser amantes. Dejamos de ser confidentes. La relación se distancia. Te dije que todo se iba a acabar, hasta que tú y yo alguna vez nos hartáramos de nuestras cosas, o en este caso, cuando te hartaras de mí. Tengo un gran problema, estoy enamorado, quizá no de la persona correcta, pero tampoco siento estar equivocado, y en el peor de los casos si lo estuviera, nunca lo admitiría: odio perder. Ya sé que no es tu problema, y disculpa por meterte en este juego. Quizá lo mejor sea lo que tú me dijiste, que siguiera haciéndome el tonto, que espere. Digo cosas feas, ¿no? Hiero, lo sé. Te pido disculpas. Sé que en esos momentos te doy miedo, y que puede que sea un tipo frío, pero tienes que saber que también soy amoroso. ¿Nos volveremos a ver? Te quise, gatita. Sí, la he visto una vez más, de lejos, todo un espía, no pareciera que piensa en mí, ni por asomo si quiera. Y sí, volvió con él, pero... ay, ay, la vida es así, ¿qué más puedo hacer? Solo salir de viaje. Sí, puede que lo haga por ella, pero también lo hago por mí, ¿sabes por qué? Porque cuanto más la pienso, más cerca quiero estar de ella, y es por eso que me voy de viaje, porque me alejo. ¿Vas a leer la historia que pienso escribir de mi viaje? Lo leerás, ¿verdad? 

- Oye, ¿sigue la canción esa de tu alarma de llamada?
Sí.
- ¿De verdad te vuelve loco su forma de ser?
Su egoísmo y su soledad, son estrellas en la noche de la mediocridad.
- ¿Son joyas en el barro de la mediocridad?
¡Te lo aprendiste!

Te quiero.



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