¿QUÉ HARÁS EL VIERNES?
Me he puesto a pensar en si la volviese a ver...
¿Cómo sería?
La imagino apareciendo entre las personas, mirando a su alrededor, fijándose en cada detalle, riendo, curioseando, pensando tonterías, riéndose de esas tonterías, jugando con su mente, imaginando, pensando en alguien más, volviendo a reír por cómo pensó sobre ese alguien, y continuando su camino, pasando por mi lado, sin darse cuenta de mí. Yo la seguiría con la mirada, viéndola de espaldas alejarse de mí, pensando en aquella frase que le soltaba cada vez que se despedía: 'Ya me está gustando verte tan seguido de espaldas'; y como todas las veces, no dejaría de verla hasta que desapareciera de mi vista. Tal vez el pánico de no volver a contemplarla me invada como tantas veces ocurrió, y desesperadamente corra a buscarla, y entre las siluetas de la muchedumbre crea verla tantas veces sin ser ella, y empiece a pensar tantos caminos que haya podido tomar, procurar pensar como ella y preguntarme: 'si yo fuera ella, ¿por dónde iría?'; y darme respuestas inútiles, olvidarme de que ya no la conozco, que la perdí de vista, que se fue de mi lado, y yo la dejé ir.
Soy optimista, e imaginaré que sí me ve.
La imagino apareciendo entre las personas, esta vez la puedo ver con el móvil en las manos, audífonos en los oídos, el cabello suelto, con sus lentes de siempre, mirando al rededor a ver si algo le llama la atención. Está perdida en sus pensamientos, o quizá se ha perdido en el blanco de su mente. Sigue caminando mirando el celular, y cuando levanta la mirada ahí estoy yo. Uno, puedo imaginar que se sorprendería, se acercaría a mí, me sonreiría con simpleza, me saludaría como si no hubiese pasado otro año sin vernos, me pregunte cómo estoy, y diga que tenga cosas que hacer y se vaya, sin yo decirle nada más que adiós. Dos, puedo imaginar que se sorprendería al verme, tal vez un sentimiento escondido u olvidado salga a la luz, y la nostalgia la invada al acercarse a mí, y me abrace. Yo, naturalmente, respondería ese abrazo, apretaría su cuerpo con el mío, aprovecharía para volver a grabar en mis sentidos su aroma, las formas de su cuerpo, de su cabeza, su cabello, su espalda, sus manos; guardaría en mí el sonido de su voz, el siseo de su respiración para aguantar el llanto, y el palpitar de su corazón; no perdería la función de aquella película de ensueño que reflejan sus ojos, la forma de sus labios, su piel morena, y buscaría, tal vez con éxito, un beso furtivo.
Puede suceder de otra forma, como sucedió la última vez: yo voy a verla, la miro a lo lejos, y la pierdo entre la gente.
La imagino saliendo de su trabajo, yo estoy a media cuadra, me pregunto si debería ir o no a su encuentro, la pienso demasiado, ella sigue ahí, al alcance de mis ojos, y cuando me decido, cruza un carro, se amontona la gente, y ella desapareció. Intento buscarla, ¿dónde se fue? Busco sus pasos, empiezo a mirar la espalda de todos a ver si encuentro la de ella, observo el caminar de las personas a ver si encuentro el de ella, sin aliento he llegado a la otra cuadra intentando encontrarla en la dirección que supuse que se fue, y regreso corriendo para volver a caminar sobre todas las posibilidades de los caminos que ella pudo haber tomado. Han pasado 45 minutos. No la encuentro. Regreso a casa cansado, renegando mi cobardía.
La imagino saliendo de su trabajo, yo estoy a media cuadra, espero calmadamente a que ordene mis pensamientos, enfrío el motor del amor, y camino directo hacia ella. Sí, la imagino frente a mí, ella me ha mirado, a tragado suficiente aire como para saber que se ha sorprendido al verme, me abraza rápidamente; yo, con la calma aún, la abrazo suavemente, pienso, Morena mía... Ella piensa en el tiempo, y dice, 'Han pasado tres años...'; y yo le digo que sí, y que sigo queriéndola tanto como esos días en que éramos felices. Luego caminamos juntos por el centro de Lima, conversando de todo, olvidando todo. Ninguno de los dos lo plantea, hasta que al final del trayecto, a una cuadra de tu casa, en la esquina donde te dejé la última vez que te vi, te vuelva a jurar mi amor, y tú te vayas de mi lado sin respuesta, otra vez.
¿Me sigues leyendo, Jhoselin? Faltan diez días. ¿Feliz cumpleaños? Te... ¿quiero? Te cuento que me he enamorado, pero no funcionó. No sé por qué, todo iba tan bien, pero de pronto una mañana me dije basta, y todo se acabó. Esta vez no fuiste tú la razón, o quién sabe. No sé qué podría ser, ¿tal vez fue ella? ¿tal vez fui yo? Tal vez no debería contar eso, pero se trata de ti, y, aunque parezca confuso, confío en ti, y eres de las pocas personas a la que le contaría estas cosas. Creo que tú estás mejor, y me alegro, y también me da pena. Me alegro porque estás bien, y me da pena porque no es conmigo. Tengo mis razones para hacer lo que hago cuando me escribes. Discúlpame.
¿Qué harás el viernes?
Ojalá me leas.
Iré a verte, como a las seis, al mismo lugar donde te fui a ver la última vez. Si te encuentro, bien. Si no, de todos modos lo intenté.
Ya tienes veinte años. Ya han pasado tres años. TRES AÑOS.
Qué rápido pasa el tiempo.
Si alguna vez vuelvo a verte por cualquier razón,
no sabría si reírme o pedirte perdón,
no sabría si escapar y ocultar mi vergüenza y mi razón
tal vez solo te diga, hola, y adiós.
[...]
Tal vez vaya a buscarte como última acción,
o tal vez me despida sin ese tu adiós. Adiós, amor.
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