EL MUNDO ENTERO ES UN TEATRO

- Oye, Ámbar, ¿sabes cómo hacen las ranas?
- No sé... Hacen algo como, 'guarc, guarc', pero no sabría decirte. 
- ¿Y los sapos?
- Ahí sí me agarraste. 
- Jajaja, oye, entre la rana y el sapo, ¿quién es la hembra y quién es el macho? [...] Para mí que la rana es la hembra, porque es LA rana, y el sapo es EL sapo, por lo tanto es macho. 
- ¡Exacto!
- Pero, ¿y la rana René? 
- Creo que es macho, porque sale como si fuera macho...
- Entonces sería EL rano René...
- Tienes razón...

Ya estaba caliente, sí, ya lo estaba, le había prestado mi casaca porque ella es friolenta. Había dicho, no, yo tengo la mía en mi mochila, pero yo insistí, y se puso mi casaca. Me gusta verla con mi ropa puesta. Era de noche. En el colegio donde trabajamos hubo un evento. Hizo coreografía con sus niños, le salió genial. Yo la observaba al mismo tiempo que observaba a mis alumnos haciendo su presentación, mientras estaba en la puerta haciendo de guardián debido a la falta de personal. No me importaba aquel trabajo extra, todo estaba saliendo bien, y lo único que de verdad importaba era eso, que estaba saliendo bien. Al finalizar, fuimos a comer con unos colegas. Todos son mayores, señores, señoras, con profesión, casados, con hijos, menos Ámbar, pero se mezcla bien entre ellos, es buena haciendo eso, y yo... bueno, yo tengo barba. Terminamos, salimos del restaurant, tomamos el carro, y como los viejos tiempos, solo ella y yo, al final del omnibus, sentados, conversando, mirando por la ventana, viajábamos juntos hacia mi casa. Conversamos, aquellas conversaciones sobre nuestros niños, normalmente hablamos de eso, y una que otra conversación inútil, como lo de las ranas. Tenemos que bajar, ya llegamos, le digo, y tomo su mochila, y me dice, pero no pesa, y yo no le hago caso y sigo cargándolo por ella, bajamos del carro y le tomo de la mano, caminamos hacia el paradero otra vez, tomamos otro carro, llegamos a casa, le abro la puerta, ah, no, esta vez fue ella la que me abrió la puerta, ella tenía puesta mi casaca y ahí estaba mi llave, ya sabe abrir la puerta. Por cierto, habíamos encontrado una de las puertas abiertas, le dije, espera, espera, y me acerqué a la puerta, la cerré, y le dije, ya, ahora sí, ábrela. Sonrió, diciendo, ¡Es en serio! Yo le respondí, es para que tengas el privilegio de abrir la puerta para mí. Volvió a sonreír. ¿Les he contado lo mucho que me gusta verla sonreír? Llegamos, por fin en casa, por fin la cama, por fin las sábanas y las almohadas, las ropas ligeras y la oscuridad que hacen ver los párpados a las pupilas. Descansar. Antes de dormir conversamos, le pregunté si alguna vez pensó en ser actriz, en interpretar un papel de teatro, y me dijo que sí, identifiqué la respuesta programada, y fui más a fondo, le propuse ir a un teatro y audicionar para un papel, y creo que ella sabe cuáles son mis exageraciones y cuáles sabe que soy capaz de hacer, y esta la supo muy bien, y la hice dudar. No lo sé, respondió, ahora ya no era un 'sí'. Le dije, es gratis, no tienes nada que perder, ¿o sí? Se la estaba pensando. En realidad la pregunta sería, continué, ¿por qué no? ¡Inscríbete! Le dije. Le mostré el monólogo que debíamos aprendernos, se lo hice leer, me preguntó cómo interpreto ciertas líneas y le respondí como creía que era. Creo que de alguna forma le pareció interesante, y cuando volví a insistir sobre inscribirse, lo hizo, lo hice, más bien, y ahora solo queda confirmar la fecha de audición.  Mínimo se aprendió las primeras líneas: 'El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y las mujeres solamente actores...'
Ella está durmiendo. 
Recuerdo su rostro haciendo puchero...
Mirando por la ventana del carro...

Iba repasando el día al costado de ella, con las luces apagadas, y Ámbar respirando suavemente. Se puso mi ropa de nuevo, le dije que se abrigara por completo, que en las noches hace bastante frío, que yo sé bien lo friolenta que es, e insiste en decirme que le gusta el invierno. Dice que le gusta el invierno, pero es friolenta. La confundí con un recuerdo de verano y el sol. Ella, Ámbar, ¿es la otra punta de esa línea, el otro extremo? Yo sé que ella es capaz, competente, y que se vale por sí sola. Yo sé que ella puede cargar con sus cosas, yo sé que ella se puede abrigar con su propia ropa, yo sé que ella no tiene dificultades para bajar del carro, yo sé que ella se puede abrir la puerta por sí sola, yo sé que ella puede pagar su cuenta y sus pasajes, yo sé que ella tiene la fortaleza que se requiere para superar sus obstáculos, pero yo no lo hago por ella porque crea que no pueda, sino porque es un homenaje que le debo. Probablemente, si ella hubiese decidido antes vivir conmigo, en estas mañanas de invierno me despertaría para prepararle un café caliente; por las noches me echaría junto a ella a leerle los versos de un poema para antes de dormir, y darle un beso en el rostro cuando la sienta en sus sueños. Yo solo quiero que cocine para mí, y que lave mi ropa, y me regañe por ser desordenado, ah, y que me consienta de vez en cuando, porque soy un gatito. Me gusta mirarla a los ojos, pero ahora ya no trato de hurgarle los más profundos secretos, solo me contento con poder verme reflejado en sus pupilas, ¿eso es amor? ¿O qué es? El amor con el tiempo, hasta el momento, ha ido cambiando de forma. Ahora ya no quiero a alguien que prometa quererme y que me diga que nunca se alejará de mí. Lo mejor es estar con alguien que comprenda que las cosas no siempre salen como uno las quiere. Tampoco quiero una persona que esté diciendo siempre cosas bonitas o que nunca se enoje conmigo, yo soy un imbécil y necesito que alguien me diga las cosas exactamente cómo son y me ponga en mi lugar. Necesito poder estar enojado con ella por mucho tiempo sin la necesidad de sentirme inseguro, dudoso e incompleto, porque estoy completo sin ella, solo que con ella quiero estar mejor. Quiero ser más fuerte con ella y ayudarnos a crecer el uno al otro. Debo poder tener la convicción de decirle en su cara que, no te necesito, pero de verdad te quiero. Ámbar, de seguro estás esperando leer esto, pues léelo, pero al finalizar estas líneas, al menos estas léelas con más atención, ¿sabe que usted es culpable de una de las crisis más importantes de mi vida? Me gustan tus labios.

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