PININA

Me pregunto si esto siempre va a ser así.
Normalmente trato de no pensar en ello, pero mi instinto premonitorio me dice que de alguna u otra forma, esto no va a terminar bien. De verdad estoy tratando, de verdad quiero que las cosas vayan bien entre los dos, de verdad trato de no ser pesimista.
Hoy volví a soñar contigo. Soñé que ya tenías 20 años, que ya teníamos 3 años juntos, 3 años en esta relación que nadie conoce, 3 años de incógnito en tu vida, 3 años en que todavía planeabas no decir nada de nada sobre nosotros, 3 años reteniéndome en tu miedo, tu duda, tu cobardía, tu indecisión; 3 años viéndonos a escondidas y por temporadas, 3 malditos años.
Para un tipo cualquiera esto quizá le gustaría, pues como que se quita cierta responsabilidad. No sé qué hacer. Empiezo a dudar también, pero no sobre la relación en sí, sino en continuarla, porque presiento que nos vamos a hacer daño.
Me gustaría que asumieras riesgos, es parte de la madurez. Pero no cualquier tipo de riesgos, sino uno que valga la pena, uno bien hecho y que por más mal que parezca,  estuvieras firme. Tener miedo está bien. Hasta pienso que tener miedo es de valientes, porque no cualquiera admite tener miedo. ¿Acaso no valgo la pena arriesgarse? Me ha empezado a arder el pecho, ese tipo de ardor que en vez de joderme el corazón me jode el alma. Esto me hace pensar que por más que me digas que me quieres y que no puedes dejar de pensar en mí y que no puedes vivir sin mí y tantas cosas que dices sentir, es mentira o una verdad a medias. Yo sé que eres así, así como eres me enamoré de ti, ¿pero es que acaso siempre vas a ser así? No es que no te acepte tal y como eres, lo hago; pero no siempre vas a tener 17 años o 18 o 20, 30. Todo esto lo podría atribuir a tu edad, a que no conoces al respecto; sin embargo, tú sabes lo que estás haciendo, que está, en cierto modo, mal; y eso me hace sentir el hombre más solo del mundo, el más triste, el menos querido, porque a sabiendas de todo eso eres capaz de dejarme solo porque no quieres arriesgarte y porque sabes que estoy idiotamente enamorado de ti, obsesionado por ti, y que por más que me diga esto o piense aquello, yo no te voy a dejar, y, eso, hija, es aprovecharte de mí. Eres capaz de dejarme y ya lo dejaste en claro. Quiero llorar. Estoy llorando. Soy un puto sentimentalista. A veces creo que siendo malo seré mejor, que siendo indiferente me sentiré menos vulnerable; porque esto de ser el niño bueno es una mierda donde solo me toca sufrir. Yo pienso que siendo bueno seré feliz. Ciertamente a veces lo soy, pero este puto mundo no quiere gente buena, quiere gente buena siendo mala.
Niña mala, antes mi corazón y mente te pertenecían. Ahora mi mente está haciendo una revolución y trata de convencer a este tonto corazón que no te quiera. Pero lo que el muy idiota no sabe, mi babosa mente ignora, es que también cae, también cede, también se muere de amor por ti; o tal vez está conciente de ello y no lo admite por puro orgullo. Mi corazón aún es tuyo aunque haya sufrido la decepción de escucharte decir que NO. Ay, ay, este tonto corazón. Es el perrito sin dueño bajo la lluvia más triste del mundo.
Cuando era niño, 9 años tal vez, encontré a mi Pinina. Era una perrita blanca con manchas marrones. Tenía sarna y alguna que otra enfermedad junto con ella. Ni bien la miré a los ojos me enamoré de ella. Cuando empecé a acercarme, ella se fue a un rincón y me miraba miedosa, acurrucada a la pared. Le acaricié y la tomé por las patas delanteras y ella con la cola entre las patas traseras y mirando de lado a lado, nerviosa, resistiéndose inútilmente a mi intención, la llevé a mi casa sin ningún aviso previo, conciente de todo mi poder. Pinina llegó a lo que habría de ser su casa por el resto de su vida y lo primero que conocío de ella fue el debajo de mi cama. Estuvo ahí 3 días quizá y no salía de debajo de la cama a comer lo que le dejaba para que coma, hasta que un día me enojó y me metí debajo de la cama y le embutí todo en la boca mientras le decía: Carajo, o sea que tengo que meterte la comida en la boca para que comas. Ese mismo día ella empezó a pertenecer a la casa de los Valverde y la bautizamos con el nombre de Pinina Valverde Huansi, con nuestros apellidos, pues ella no era un simple animal doméstico en casa, sino una más de la familia, mi nueva hermana. Siempre que llegaba del colegio corría a por mí. Creo que es típico que suceda eso, pero mi Pinina era única, pues se ponía en dos patas y ponía su cabeza para acariciarla mientras le decía: ay mi Pinina bella, hermosa, preciosa, cara de poto. Era mi forma de ser cariñoso, y creo que aún la conservo. Admito que no fui el mejor hermano del mundo, pues muchas veces la había dejado sin comida por varios días, muchas veces la he golpeado por portarse mal (es que también criábamos patos y pollos en el corral y ella dizque jugando se los samaqueaba de acá para allá y no los mataba sino que los dejaba moribundos), la he obligado a dormir en el corral en una seudo cama más mal hecha que maltrecha, pero también he sido un buen hermano, pues en época de lluvia, en la madrugada como habría de ser siempre en Trujillo, me despertaba con un presentimiento y salía al corral a meter a mi Pinina dentro de la casa, aún en contra de las órdenes estrictas de mi madre que amenazaba con hacerme dormir en el corral con todo y Pinina si no le hacía caso, pero por ese tiempo mi madre conocía mi determinación y era conciente de a qué estaba dispuesto por mi Pinina, y la hacía dormir en mi cuarto, debajo de la cama, claro, pues estaba mojada. Lo interesante de esto era que cuando iba a buscarla al corral por esos tiempos, ella siempre me esperaba en la puerta, como si supiera que yo iba a venir a rescatarla. Quizá ella era la que me despertaba en sueños. Tuvo muchos embarazos, se enfermó de Distemper una vez y la creí muerta, pero mi madre en su hermosa faceta de curandera chamán, de madre que todo lo sabe, de madre que te engaña cualquier cosa con tal de ser tu cómplice, de decirte que no estás solo, hijo, yo te invento una cura para tu mascota; me dijo que le tirara abundante sal a la boca y que luego le diera de tomar agua; no sabes, al día siguiente mi Pinina estaba como nueva, y hasta mi mamá se sorprendió de su intuición y hasta se quizo hacer poner su veterinaria con medicina casera. Es una loca esa mujer, pero no sabes cuánto la admiro. Mi Pinina fue mi mejor amiga. Lloré su muerte. Pero hasta ahí fui un mal hermano, no te lo cuento porque me da vergüenza y asco por cómo fui. Sin embargo, la quise mucho y es por eso que ahora tenemos una hija juntos, una perrita que te regalé el 26 de noviembre del 2014, a la que bautizamos juntos como Pinina Princesa Valverde Castillo.
Eres la mujer que amo, morena, la que deseo con ansias, por la que doy mi vida sin dudarlo. Aunque me arda el corazón del coraje porque te quedas a medio camino y no confías en mí, yo te voy a proteger de todo mal. Bien o mal, pero siempre te protegeré, siempre estaré para ti, no te voy a dejar. Soy fiel a ti.





En algún momento leerás esto y de seguro vas a pensar que "es hora que vueles, viejo, no me esperes, conoce otras personas, ya habrá nuestro tiempo para amarnos". Vete a la mierda con todo eso, Jhoselin. Si te digo todo esto como en las veces anteriores no es para eso, sino para hacerte saber cómo me siento. Pensarás quizá, " entonces qué hago", esa respuesta sí la tienes que buscar tú, pero hazlo, no te olvides de ella a los 5 minutos. Si de verdad me amas como dices encontrarás la respuesta. Yo te creo que me amas, solo dame la seguridad. Cuando encuentres la respuesta, morena, avísame. Tengo un plan para que esto salga todo bien, pero no me digas que ya la encontraste solo por decirlo, por curiosidad; dímelo si estás segura de hacerlo, si realmente estás dispuesta a hacerlo, si quieres hacerlo. No me vuelvas a decir que no puedes, que me harás más daño. 
Para mí es más fácil, lo sé, pues desde mocoso he tenido carácter fuerte y terco y mal perdedor y he sido independiente porque así me criaron, a la deriva pero siempre con un buen centinela, mi madre. De ella aprendí a cuidarte así, a lo lejos, dejándote ser tú. Yo sé que tú quieres hacer muchas cosas, pero te reprimes. Tus padres tal vez piensen que si te dejan del todo vas a hacer las cosas mal, y está bien, tus padres te quieren y se preocupan por ti. Estoy seguro que sabes reconocer lo bueno y lo malo y eres lo suficientemente inteligente para saber hasta dónde llegar. Solo confía en ti, cree en ti, de paso también encontrarás mi hombro para que te apoyes y puedas continuar en caso sientas desfallecer. Tampoco es que vayas a salir de un amor protector para entrar en otro, ya te lo dije, yo te voy a dejar hacer las cosas, cuando sea necesario intervenir, lo haré.
También me gustaría felicitarte porque en cierto modo también la relación ha mejorado. No nos tratamos mal, estamos de mejor humor, nos comunicamos más, cuidamos juntos nuestra hija, eres una excelente madre y nos amamos más. Podemos ser mejor.

Ya debes de saberlo, te lo he repetido hasta el cansancio, hasta puede que ya te hayas aburrido, pero mi voz siempre buscará el viento para tocar tu oído.
No permitas que esto se acabe.

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