SE ME OLVIDÓ QUE TE HABÍA OLVIDADO, y te recordé.
Me había preguntado por qué de pronto te recordé, si ya te había olvidado.
Entonces pensé, ya sé, aquella vez pecamos en semana santa, hicimos el amor por última vez. Y la besé toda, le acaricié el cuerpo, la sentí vibrar, su piel sudaba, y como un grito ahogado de desesperación, escuché dentro de su alma que me amaba, pero que entre los dos no se podría, porque tenía miedo y yo no era paciente. Lo he repetido hasta el cansancio, ¿no es cierto? Eso de que tenías miedo, pero ahora... Ella está bien. He sonreído en silencio, morena, por satisfacción al pensar en ello, de que estás bien. De pronto he pensado en todo lo que vivimos. Ya sé que no fue mucho, tal vez fue poco, si le contaras a alguien todo y le pidieras su opinión, a lo mejor te diga, ¡pero fue solo poco tiempo! Y, bueno, sería como si desmerecieran todo. A uno que otro alumno le he contado sobre ti, ¿sabes? Y me dicen, pero, profesor, ¿cuánto tiempo estuvieron juntos? Yo les dije que un año, no diez meses como en realidad fue, y me dicen, fue poco tiempo, profesor. Y yo les respondo, ¡ustedes qué saben! Pero no porque son niños y no saben del amor, sino porque no saben lo que vivimos tú y yo, y porque tampoco saben que fuiste mi primer amor. Y les digo un año, porque cuando se cumplió el año, comprendí que ya no volveríamos más...
Hoy te recordé, sí, te recordé al despertar en el día jueves 24 de marzo, un día diferente al del año pasado pero tan igual como lo fue, y por fin he tomado conciencia de que hace un año que no te tengo entre mis brazos. Fui un tarado, un engreído, un egoísta al tomar decisiones por despecho, fingiendo que no me importaba tu pérdida, y ahora tal vez sea lo único de lo que me arrepienta, tirar tus cartas. Te cuento cómo fue, en realidad yo quería devolvértelas, y así como llegaron a mí, se las regresé a nuestro correo con la intención de que ellos te devolvieran las cartas, y cuando las quise recuperar, ellos lo habían perdido, no te lo dieron. Me pregunto si lo hicieron a propósito. Tal vez por eso me merezco todo lo que está pasando, porque no pensé en ti, en nuestro futuro, y fui un idiota, o algo peor que eso. Ahora solo me pregunto cómo sería si llegara a viejo, cuando de casualidad encuentre tus cartas entre mis cosas, tal vez estén amarillas, las marcas del tiempo y la antigüedad, y sean, entonces, tus cartas amarillas. Pero, si de algo sirve, morena, hay pasajes que las recuerdo a la perfección, y llevo en mis recuerdos impregnado el dibujo que hiciste de los dos: un José tan guapo como lo soy, y una Jhoselin tan deforme como lo eres, tu belleza rara, mi amor. Perdona si te llamo amor, simplemente es un reflejo del corazón. Entre las líneas que escribiste en esas cartas, mi reina, recuerdo algo que siempre me motivó a tratar de ser mejor, decías, mi rey, tenemos que crecer juntos, pero como pareja, porque de tamaño ya nos fregamos, somos chatos; sino que no debemos olvidar que esto es de dos, porque se supone que como pareja tenemos que ayudarnos el uno al otro. Y tenías tanta razón... Para ese entonces yo era un tipo que se frustraba con las cosas que no le salían bien, no sabía perder. Lo siento tanto. ¡Y no me digas que tú también lo sientes! Porque me parte el alma. A veces creía que todo lo habían planeado tú y tu hermano, quizá también tu familia, hacer que yo te amara a ti hasta las venas, para así cuando tú te fueras de mi lado, yo me desangrara cada vez que te recordara. No fue así, ¿verdad? No me harías eso tú, morena, es solo que ese tonto José llegaba a pensar esas cosas, ¿sabes? Estaba realmente loco, pero del tipo de loco asfixiante, hostigante, arrogante e idiota. ¡Va! Pero son cosas de las que uno aprende, y en serio desde entonces ya todo cambió. Movido por los hilos de los sueños que soñé contigo, emprendí la misión de ser feliz, aunque fuera sin ti, pero imaginando que contigo.
Estoy escribiendo, haciendo historias, algunas son ciertas y otras no tanto. Las que son ciertas son las que yo vivo, y las que no lo son, son las que me gustaría vivir. Tal vez las identifiques, o tal vez ya no, pero tengo la esperanza de que lo hagas, pues eres la única que sabe mi mentira y mi verdad. Y perdóname si vuelvo a mencionarte hoy, lo que pasa es que te saliste de tu cárcel, una que está en mi ser, y estás causando alboroto, como siempre, loca mía, por eso me vuelve loco tu forma de ser, como la canción.
Recuérdame hoy, mi reina, aunque sea de mala gana, pero con una sonrisa en el rostro, feo si quieres, con las dos manos haciendo amor y paz, pero que en tus oídos resuene aquellas dos palabras que siempre te dije y sentí hasta el cansancio, te amo. Hoy, solo hoy, con o sin fe, no fue un jueves santo cualquiera, hoy fue un jueves santo donde se me olvidó que te había olvidado, y te recordé.

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