AMANTES

Somos amantes.

Eso es lo que creo que somos, pero no te he tocado, solo te he provocado. Jugamos, eso, jugamos; y a riesgo de quedarme parapléjico, me he aguantado las ganas de hacerte lo que mi mente me pide. Te he visto desnuda, aunque no de casualidad como el papá de tu novio. Te he visto desnuda porque tú me lo has permitido, y te miro atento, voyeurista a mi antojo, con la atención prendida a ti, escuchándote decir mientras te sientes tuya y de nadie más, 'Eres el casi poeta de mis tetas'. 
Me siento raro en esta postura, no ha sido nunca mi estilo ser el amante, y me lavo las manos con agua sucia, porque la que miente eres tú y yo solo soy cómplice tuyo por culpa de tu sensualidad. No soy un santo, tal vez sea un pequeño demonio, pero hasta el peor de los diablillos duda antes de cometer un pecado. Sí, dudo, y es por eso que ni te he tocado. 

Somos amantes.

¿Qué saco diciendo que te he hecho mía? Solo haría el ridículo. Quizá lo único que te ha tocado de mí ha sido mi voz, y tal ves la confianza me ha permitido golpear tu cuello con mi respiración. La no reticente has sido tú. No tienes vergüenza, sin vergüenza. Te ha gustado siempre tener el control, te has acostumbrado a eso, como aquella vez en la verbena de la universidad, cuando tan sexy tú levantabas la mano y todos corrían a alcanzarte agua; cuando moviendo tu cuerpo al ritmo de la música pedías fuego y todos con el encendedor rodeándote. Eras la chica, eras M I S H A en su esplendor: bella, sensual, manipuladora, única. Que te haya visto rodeada de tanto perro no me preocupaba, pues uno de raza y otro chusco no estaban a tu disposición. Lo malo fue que buscaste al de raza, mientras el chusco solo miraba cómo te secabas los ojos. El de raza se sabe de raza, mientras el chusco le daba igual, pues era chusco. 
Todo bajo perfil, no necesito echarme humos, cuando decidas mirar hacia atrás, Misha, búscame arriba, por encima de las nubes. 

Somos amantes.

Tomemos un descanso tú y yo, Misha, un café como si fueran los viejos tiempos, unas donnuts como la imaginación me lo permite ahora, recostando las espaldas sobre la pared de un cuarto, cubiertos las piernas como dos abuelos que se cuidan del frío, soplando antes de beber el café, y contándonos las penas de amor que llevamos encima. Creo que por eso nos hemos entendido bien. Tú andas con una herida abierta, y yo con una que trato de cerrar. Ambos nos ayudamos con nuestros traumas. Ambos soñamos con lo imposible. Nos entendemos en la soledad de nuestras confidencias. Nos miramos y sabemos que debemos dejarlos ir, que ya se rindieron, que solo nos queda... ¿Qué nos queda, Misha? Creo que debes dejarme verte los senos. 

Somos amantes.

Y ya no te volveré a pedir que salgas conmigo. Ya sabes por qué, ya te lo he dicho. No me vas a querer, ni yo lo voy a hacer. Solo escribo por ti porque me das ideas, me distraes de la realidad. Sigamos siendo amantes, hasta que dejemos de vernos, de escucharnos, ¿llegará ese día? Tú me gustas, como me gusta el jugo de maracuyá que me enseñaste a preparar. Sin que sepas mucho aprendo bastante de ti. A veces hasta aprendo nuevas cosas para enseñarte. ¡Puede que aquello sea lo más parecido al amor que pueda sentir por ti! 
Te voy a abandonar pronto, y ya lo sabes, me voy a ir, no porque quiera huir, no soy de esos: voy a cumplir el sueño de ella, viajaré. 



No eres de nadie. 
No quieres nada.

Solo de mí te pertenece lo que puedo darte.

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