SEGUNDA Y ÚLTIMA VEZ

- ¿Tú qué opinas de lo que estamos haciendo?
¿A qué te refieres?
- Eso de que salimos una o dos veces a la semana y luego volvemos a nuestras vidas como si nada.
Sigo sin entender.
- A lo que escribiste, sobre que somos amantes.
¿Te hice pensar al respecto?
- Sí. Dime, ¿qué opinas?
Ay, Deisy...
- Ya pues, no te pongas en ese plan.
En cierto modo me agrada, por otro, no.
- Explica bien, pues, huevón, no me pasees.
Jajajá, está bien, tenemos que aprovechar el tráfico.
- Cierto, espera, muévete.

Misha quiso hablar. A estas alturas del juego, me da lo mismo de lo que quiera hablar. Octubre se fue, y justo antes de terminar se llevó una parte de mí. Recuerdo que llenó la memoria de mi celular con fotos de ese tráfico, y después de escoger una, me dijo que se la pasara.


- ¿Sabes dónde estamos?
Ni idea.
- Está anocheciendo lindo, ¿verdad?
Sí. Debemos repetir salidas como estas.
- El otro domingo.

Estaba emocionada ese momento, le brillaban los ojos, hacía su sonrisa de caricatura, con las manos juntas como si rezara, y la respiración a pulso lento. Casi parecía que su orden era una petición. Volvió a recostarse sobre mis piernas, como cada vez que quiere platicar sobre cosas del corazón, como cada vez que quiere evitar que la vea llorar; y lo hace porque sabe que le acaricio la cabeza con los dedos, que soy el que la consuela y controla sus aspavientos. Después del corto viaje a las afueras de Lima, ya estaba cansada, así que rogaba que se durmiera antes de decirle nada.

- Pon música.

Las órdenes de Misha son indiscutibles. Call me back, The Strokes. Es lenta, relajante, fresca, me gusta esa canción.

- Ahora que me acuerdo, ¿cambiaste tu alarma del celular cuando te llaman?
No.
- Contigo no se puede. Ya, ahora sí, dime qué opinas.

Me quedé en silencio, no tenía ganas de hablar, no presentía nada bueno de esa conversación.
' Tell me, don't tell me,
The hard part is damming,
there's something that you would not like me to tell you'


- ¿Y entonces?


Respiré profundo.

La cosa es difícil de explicar, Mishita, a mí me agrada esto porque me ocupas la mente cuando estoy junto a ti, me divierto, converso y ya. A veces se me escapa una que otra confidencia, pero desde la primera vez que usaste una de esas confesiones en mi contra supe que ya no debía contarte más. Tal vez por eso en ese aspecto marqué distancia contigo. La casualidad hizo que te preguntara por alguien y ya viste qué pequeño es el mundo. Si te pones a pensar un poco, tú y yo casi ya nos conocíamos y tal vez ya nos habíamos visto pero ni cuenta nos dimos, nuestros mundos en cierto modo ya estaban interceptados y era cuestión de tiempo. Sí, es cierto que yo inicié todo esto; fui yo quien te hizo la conversación, fui yo quien se interesó por ti, y eso fue porque me pareciste intrigante, me dio curiosidad. Me gustaron tus fotos apuntando a la nada, señalando tu pecho, otros tus hombros, algunos tus labios, a veces tus ojos, pero nunca tu cara. Las que más me gustaban eran las tomas que hacías de las calles, me daba la impresión de que todo lo acomodabas a tu antojo y salías con unas fotos que parecían posadas. Eres buena, por cierto, en tu cumpleaños te voy a regalar la cámara que siempre andas deseando cada vez que ves algo que te gusta. Después ya viste lo bien que congeniamos, y nos tenemos acá. ¿Qué más podría decirte? Ya contigo no es el plan sexual, eres casi como una hermana adoptada, bien rica y con unas tetas que me encantan, y ya casi hicimos incesto, y nada más. Sobre Eduardo, no me molesta, es tu rollo, tu enamorado, y ser tu amante es lo que no me agrada, no porque quiera ser tu novio y sienta celos enfermizos (porque para serte sincero sí siento algo de celos), sino porque nunca pensé estar en esta posición. Es complicado de explicar. No me importaría si fuera el yo de antes de conocerla, pero ya soy lo que soy porque ya la conocí. Contigo puedo volver a ser como antes de conocerla, es por eso que acepto ser tu amante, jugar a complacernos, componerte poemas sucios, alguno que otro poema romanticón, y cosas así. Ya falta un año, ya han pasado dos. Dijeron que tres años y puedo estar con ella, y si no se puede, de todas formas la voy a esperar.
- Eres un estúpido. No te creo nada de lo que dices. Jajajajajaja, mira cómo me río. 
No te rías.
- Dime con cuántas mujeres te has acostado.
¿A qué viene eso ahora?
- Solo dime.
¿Dos? 
- Eres un catador de mujeres. Vas probando una a una.
No entiendo por qué empiezas a decir eso ahora.
- Eso es lo que eres. Conmigo no tienes caretas, te muestras tal como eres.
Ni mis apellidos te sabes, ¿qué te hace pensar que me conoces?
- Pero eso eres, a mí no me engañas.
Oye, mejor muévete, quiero mirar por la ventana. Vamos, párate.
- Imbécil. 
Sí, eso soy, ahora sí por favor ya cállate.
- Yo hablo todo lo que se me da la gana.
Ajá.
- Ya te jodió hace poco, ¿qué te hace pensar que no te joderá en un año? La quieres dices... Huevón, ¡Ya no te quiere! ¿Qué parte de 'ya no te quiere' no entiendes? Ya se enamoró de otro, acéptalo. Si te quisiera como piensas que lo hace, no hubiese ido por allí queriendo a otro, amándolo como loca; hubiese sido como tú de babosito que cree que los chanchitos vuelan, que si esperas y esperas y eres paciente como siempre me lo has dicho, ella se dará cuenta de que la quieres de verdad. Me das pena, ¿sabes? Hay veces que los optimistas dan pena. Aún recuerdo ese discursito triste que me diste la vez que nos conocimos, 'soy un optimista feliz', jajá, ¿crees que no sé reconocer una risita fingida? Y acá una haciéndose la tonta con tus sueños, con tus fantasías, escuchándote decir una tontería que ella solía hacer, ¡pareciera que lo recuerdas todo! Apuesto que ella ni recuerda tu cumpleaños. Ese día solo fingió. Tú lo sabías, poeta, ¿o me vas a decir que no? Eres detallista, es lo único que puedo rescatar de ti, y es por eso que sé que te diste cuenta de lo que ella no te decía. Abandona ya esa campaña tuya de conformarte con sus sobras, que ni eso te va a dar. Si te dice que te quiere, no lo hace; créeme, soy mujer, solo te utiliza, sabe que eres el imbécil que está detrás de ella. ¡Ay, pero qué cólera me da! Y tú también, por gil. 
No hables así de ella...
- ¡Y encima la defiendes! 
No entenderías... ¿Quién carajos eres para pensar por mí? ¿Qué te importa? No sé por qué me señalas con el dedo si ni manos tienes. No eres precisamente La madre Teresa, así que no tengo por qué escucharte, aunque tampoco escucharía a esa mujer. Voy a recordar cada una de tus palabras, para no volver a contarte nada. Esta es la segunda y última vez que te cuento algo. Adiós.

Bajarse del carro aprovechando el tráfico solo le puso más drama a la cosa. ¡Ay, pero qué dramático! Después me dolió la cabeza, llegué a casa mareado, dormí inmediatamente después de tomar agua, y morí recordando la voz de Misha gritando:

- ¡Eres un huevón! ¡Mínimo pagaste el taxi!

Ojalá no lo hubiera hecho, pero quise asustarla. Levanté la mano derecha, puse el dedo medio y grité:

¡Jódete!


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