HORMIGUITAS
Ser trabajadora no es tarea tan difícil, solo cuesta esfuerzo, y cuando ya todo en tu vida significa trabajo, se vuelve parte de tu rutina, tus quehaceres diarios, y te parece lo más fácil del mundo.
Normalmente trabajamos en grupo, nunca lo hacemos solas, y por su puesto, tenemos una organización de las cuales siempre nos hemos sentido orgullosas. No importa si eres negra o roja, es esencial para nosotras trabajar muy organizadas. A veces hay días en las que, saliendo de nuestro hogar, no encontramos comida; lo bueno es que siempre tenemos reservas. Sin embargo, desde que llegamos a este lugar, nada más tenemos que trepar cierta distancia y descender otra tanta y encontramos comida. Al principio era caminar bastante para poder llegar a encontrar comida, y siempre dejábamos nuestra línea marcada, nuestro camino; después, a diario encontrábamos comida en diferentes partes de nuestro camino. Ciertamente a algunas nos desorientaba, ya que, y he aquí nuestro defecto, nos hemos mecanizado para caminar, si no vemos esa línea nos perdemos.
Un día la exploradora salió a echar un vistazo al camino, cuando de pronto regresó entre gritos diciendo que hay que aprovechar, que casos como esos no se repetirían, y fuimos todas a recoger el dulce de mermelada que había encima de lo que fue nuestra ruta, en la ventana para ser más exactos. El resto de días fueron casi parecidos, y todos afirmaban que era obra de alguna fuerza o ente superior; empezaba a abundar el alimento y todas estábamos más que agradecidos. El artífice de semejante milagro pronto hubo de aparecer, y así lo hizo, una mañana en la que no encontramos nada y nos pareció raro, todos estábamos confundidos, cuando de pronto un objeto enorme se posa frente a nosotros y deja caer el dulce de mermelada, y supimos entonces de dónde venía aquel alimento. Escuchamos decir con un tono paternal, 'coman hormiguitas mías, coman, pequeñas'. El fenómeno fue comentado con arduo escepticismo en toda la colmena, nadie creía en nuestra palabra, y diagnosticaron que estábamos cansadas por tanto trabajo, así que nos hicieron descansar al día siguiente. El grupo que salió en nuestro reemplazo encontró el dulce de mermelada como siempre solíamos hacerlo nosotros, y pasaron varios días hasta que se repitió lo mismo, volvieron alarmadas gritando de viva voz que oyeron decir 'coman, coman, y sean gorditas hormiguitas'. Esta vez se temió que todo el mundo sufriera alucinaciones, así que la reina, preocupada por nuestra salud mental, decidió acompañarnos en cada empresa de búsqueda de comida, ¡podrían imaginarse! La misma reina en persona, u hormiga, lo vio. Lo describió en la reunión: ojos marrones, cabello negro, con barba, mirada severa que contrasta un tono delicado cuando ama algo, un innegable instinto paternal por su tono de voz, y sonriente. Dijo que el ente era un humano, de aquellos que siempre les hablaban sus ancestros, pero que al contrario de todo lo descrito, este no nos mataba, sino nos alimentaba. Es decir, toda la comida que hemos tenido y no nos ha faltado a sido gracias a él. La colmena entera lo celebró, vitorearon y cantaban ¡larga vida al humano! ¡larga vida al humano! Fuimos todos al siguiente día a conocer a nuestro humano, íbamos a ganarnos su confianza y hacerlo nuestra mascota, fueron órdenes de los ancianos de la colmena. Planeamos encariñarnos con él, hacerle presente nuestro afecto, así que primero salieron las exploradoras a trazar un camino que habríamos de seguir. Lo consiguió. Salimos una mañana de un día sábado, era un día que anunciaba ser soleado, el cielo estaba extrañamente despejado, hasta podría decirse que se escuchaban los cantos de los pájaros, razón por la cual estuvimos más alertas aún por temor a alguna desgracia. Nada ocurrió en el trayecto, menos mal. Encontramos nuestro alimento de siempre, y empezamos a recogerlo como siempre, los vigías observaban a nuestro humano - mascota dormir, y todo estaba genial. De pronto un ruido, algo se ha abierto, ¡la puerta! Una señora, al parecer madre humana - mascota de nuestro humano - mascota. Sería buena noticia para los ancianos de la colmena, tendríamos dos humanos - mascotas. El consenso fue emitido rápidamente. En la tarde salimos todos otra vez para recoger el alimento de siempre, encontramos la comida de siempre, y un viento de mal augurio sentimos todos una vez estuvimos recogiendo el dulce de mermelada. Todos nos miramos, ¿qué fue eso? Nos preguntábamos. Un líquido cayó desde lo alto, nos bañó en un abrir y cerrar de ojos. De pronto vi a mis amigas caer, caerse con su propio peso, ¡nosotras que cargamos casi veinte veces nuestro peso! Pensé que alguna de sus seis patas les estaba fallando... a todas.Yo empecé a sentirme algo mareada, porque aunque no me había caído encima aquel líquido, mis antenas podían sentir el olor de aquella sustancia. Vomité, vomité no solo de mi primer estómago, sino de los dos. Poco a poco todas iban cayendo, ninguna volvió a despertar. Al llegar a la colmena, todo estaba húmedo, y el olor era incluso peor. Aquello había sido una masacre, un genocidio, o más bien, un hormiguicidio. No pude con mi pena, desde los huevos, las larvas, las pupas y los adultos habían muerto; así que me suicidé.
- Vieja asesina, ¿por qué mataste mis hormigas? ¡Eran mis mascotas!
- Ya nos iban a levantar las hormigas, no molestes.
- ¿Y ahora qué voy a hacer? Era mi forma de crearme una responsabilidad, les daba de comer todos los días, eran como mis hijos.
- ¡Ya estás como esa vez que quisiste criar cucarachas! No molestes.
- Insensible. ¿Ahora dónde consigo más hormigas?
- No jodas y vete a bañar.
Comentarios
Publicar un comentario
No te olvides compartir :) ¡Saludos!