CLAUDIA

" Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo..."
En el mes de diciembre, en un evento que organicé, conocí a una chica hermosa. Su nombre es... Bueno, acordamos con que la llamaría Claudia. 
- Cuando te vi aquella vez, le pregunté a mi amiga sobre ti, y me dijo que tenías enamorada.- decía. - Y pensé: no importa, lo que quiero lo consigo.
El tiempo pasó. Diciembre fue la única vez que nos vimos hasta la fecha de junio, 21, día del padre, cuando la invité a salir. 
Esa misma mañana recibí una llamada de alguien que pensaba que ya me había olvidado. ¿Saben qué? Hubiese sido mejor que me olvidara. Escuché su voz y no sentí nada, absolutamente nada. Recalco eso pues cuando la escuchaba se me desarmaba el cuerpo y el alma se me salía para ir en busca de ella y olerla... su olor... En fin, la llamada fue corta. No dijo nada, como siempre. Cuando cortó la llamada, recibí un mensaje que decía: "Es día del padre y tú eres padre. Tenemos una hija, acuérdate." Lo leí y lo contesté por inercia, como si todavía estuviese enamorado de ella. Lo bueno de todo, pensaba, es que ya sabe tildar las palabras. Se puede decir que yo le enseñé a escribir. 
A las 2 de la tarde salí de casa en busca de Claudia. Desde el Callao hay una distancia considerable hasta San Juan de Lurigancho. Mientras llegaba pensaba en el mensaje de aquella chica a quien le regalé un perrito hermoso que pusimos de nombre Pinina y dijimos que sería nuestra hija. También le envié un mensaje largo el día de la madre, felicitándola. Sé que si me llamó fue simplemente para regresarme el favor, nada más.
Llegué, llamé a Claudia, la encontré y traté de disimular el asombro. Vestía una camisa casi azul (no nos pusimos de acuerdo al final qué color era) con líneas blancas, jean azul marino (eso si era de ese color), una chaqueta negra y algo en el cuello que hombres como yo no saben qué nombre tienen esas cosas. En resumen, estaba tan hermosa como la imaginé. Solo para detallar un poco más, para justificar mi embobamiento por Claudia, tiene unos grandes ojos fijos que te penetran el alma y su presencia te envuelve en una manta cálida y reconfortante que te atrae hacia ella y te estrangula como una boa y tú sientes cómo tu voluntad y tus ganas de vivir se desvanecen en el hechizo de su aroma y te entregas totalmente a sus pies. Su voz es de aquellos sonidos que te devuelven a la vida, como si hubieses estado encerrado en algún lugar oscuro y hayas estado aislado del mundo por mucho tiempo, y entonces de pronto escuchas su voz pronunciar tu nombre y te descalabras todo, todito. 
Fuimos a Miraflores, a la playa. Quise llevarla a Larco pero de nuevo un pensamiento nubló mi voluntad, era ella, la chica de la llamada de la mañana. Compramos cervezas, bebimos. Claudia estaba divertida, hablaba cosas realmente locas, me ponía como loco, hacía que mi pensamiento saliera del mundo y entrara al suyo. 
"... porque el gesto más leve, cualquier palabra... "
- ¡Qué rica está mi cervecita! - decía y reía. 
Dios, que hermosa es esta mujer, era un vicio mirarla, contemplarla. Me pasaría la vida entera mirándola, besándola: esa mujer nació para ser besada. Caminamos, bebimos juntos, pasamos por una calle donde había muchos hoteles y nos entró la idea de cómo serían esos hoteles por dentro. Buscamos un hotel cómodo. Entramos al hotel. Quiero ir al baño, me dijo. Nos quedaba cervezas aún. Las abrí pensando que beberíamos más, pero ni bien salió se tendió sobre la cama y la hice mía. 
- Métemela, métemela. Quiero sentirte dentro. - pedía. - ¡Por favor, métemela!
- Hay que dejarte deseando... - le decía.
- ¡Métemela bien al fondo. Apúrate! - 
Le cumplí. 
- Protégete, no te corras dentro. Pero sigue, no pares. - decía.
"...un suspiro de Claudia, el menor descuido ... "
Lo hicimos dos veces. Fue increíble. Cuando la vi ese día no pensé nunca que la tendría para mí. A parte de que esa fecha salía con la chica de la llamada de la mañana. Aún así, la veía imposible. Un tipo como yo con una mujer como ella... ¡En qué mundo!
La escuché sollozar. Me duele, me dijo. ¿De verdad? pregunté. Eso no, me duele aquí. Y señaló su pecho. ¿Te duelen tus tetas? pregunté, como para distraerla. Sonrió. Y me contó lo que sentía. Se deshizo de esa materia oscura que cubría su delicado corazón. La escuché, no podía hacer menos. Quería escucharla, también. Me confesó algún secreto y prometí guardárselo muy bien. Después habría de sentirme en deuda, y le conté un secreto mio, también, uno de esos que realmente nadie sabe. Después volvimos a hacerlo.
"... tal vez un día lo examinen los eruditos..."
- Hazme olvidarme de él, hazme olvidarlo - decía mientras le envestía. - Quiero olvidarlo, hazme olvidarlo. Sí, así, sigue, métemela, métemela.
- ¿Te gusta? - Le decía. - ¿Quieres que te la meta?...-
- Sí, sí, me gusta, métemela... -
Esta mujer es increíble, pensaba. Si tan solo fuera mía por completo, no solo en cuerpo, yo no quiero tanto, quiero más, quiero que me quiera.
- Ahora eres mía, ¿me entiendes? - le dije.
- Soy tuya, ahora soy tuya. Aprovecha, aprovecha que solo es hoy día que me tienes. Métemela bien adentro. No pares. Nada más no te corras dentro, protégete. Pero métemela, así, sigue.. Rico...-
Perdí la cuenta de cuántas veces más lo hicimos, solo sé que fueron bastantes y yo aún no lo creía. ¿De verdad esto es real? En serio que yo la veía imposible y bueno... ¡Cómo son las cosas! ¡Qué rica es Claudia!
"... Y este baile de Claudia se recuerde por siglos... "
Salimos del hotel, caminamos al paradero, conversamos más, nos contamos más. Insistí en llevarla hasta la puerta de su casa para excusarme con sus padres por llevarla tan tarde. Un acto casi hipócrita después de todo lo que le hice a su hija, pero digno porque ningún hombre haría eso por una mujer, al menos no en estos tiempos. Claudia debería exigir eso en un hombre. Una dama en la calle, una puta en la cama, pensaba mientras recordada sus gritos: "¡Soy tu puta, soy tu puta, nalguéame, métemela, así, fuerte, riiiiiiiiico...!" Yo soy un tipo medio chapado a la antigua, y siempre que vaya a buscar a Claudia la sacaré de su casa y la devolveré a su casa. Ella es una mujer que se merece eso y mucho más. Yo la voy a cuidar, no quiero que se vuelva a lastimar. ¿Entiendes, Claudia? Yo te voy a cuidar. Si te sientes triste, te haré reír. Si quieres que te escuche, te escucharé. Si quieres que te la meta fuerte, te la meteré. Si quieres hacerte daño, iré a verte, a salvarte, ya sé dónde vives, ya sé cómo llegar, ya sé que estás sola y yo también estoy solo, entonces yo te haré compañía. 
"...  Claudia, ya te lo aviso."

- Estrofa de Enersto Cárdenal (Epigramas).

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