MIS AMIGOS DE CAQUETÁ

Cuando estaba en el colegio, no recuerdo cuándo exactamente, a mis oídos llegó la historia de un hombre que había hecho algo heroico. 
El nombre de aquel hombre no lo recuerdo, y aunque sé que puedo saber quién fue, no buscaré información de él, pues creo que su esencia se encuentra en no saber quién fue sino qué hizo. Este hombre ayudaba a un grupo grande de personas que sufría una nueva y rara enfermedad por esos tiempos. Dicha enfermedad había ya cobrado muchas vidas y aunque se estaba buscando la cura, nadie podía saber con certeza cuál sería. Investigadores trataban con muestras de pacientes en quien sabe qué lugares, sin siquiera ver el sufrimiento de estas personas, pero este hombre sí, y al ver todo eso decidió buscar también la cura. Con sus conocimientos, trató y dio soporte a los enfermos y moribundos para que se sanaran, pero no logró evitar sus muertes. Las personas le decían cómo se sentían, él notaba sus síntomas, pero no lograba entender muy bien, pues muchas de estas personas no podían comunicarse claramente. Angustiado por la impotencia de no poder ayudarlos, tomó una decisión: se enfermó a sí mismo de aquella enfermedad. Entonces el hombre pudo saber en carne propia, de primera mano, todos los dolores que esta enfermedad causaba en los pacientes, todos sus síntomas y todo lo referente a la enfermedad lo escribía, hacía informes, buscaba la forma de encontrar una cura. Tiempo más tarde, el hombre inevitablemente moriría sin encontrar la cura, pero sus anotaciones fueron de mucha ayuda, ya que con términos médicos pudo expresar los síntomas, los investigadores encontraron una cura y las personas que aún quedaban vivas fueron curadas. Al hombre este se le recuerda por tan heroica acción, entregando su vida por el bien de la medicina y el bienestar de su gente, el salvador. 
Si así no es la historia, o si esa historia no existe, poco me importa, pues gracias a esta historia me armaré de valor para tomar una difícil decisión.
El año pasado, 2014, por el mes de octubre, casi a mediados, conocí a una pareja de esposos indigentes drogadictos, el señor Javier y la señora Yvonnett (que con humor dice que cada año aumenta una "t" a su nombre), a los que pensé, en mi idea de cambiar el mundo, ayudarlos. Tenía que empezar con ellos. Creía que si lo lograba, nada sería imposible. Así que empecé por formularme teorías, ideas, excusas y un sin fin de formas para sacarlos de ese mundo. Me ilusioné con la idea de ayudarlos a tener de vuelta a sus hijos que el estado los había arrebatado, quizá para bien, o quién sabe, no los juzgo. Para fin de ese mismo mes, gracias a ellos conocí a una niña de piel morena, de ojos achinados y cabello negro, pequeña, de frente grande, cuerpo de niña, mente de mujer, sonrisa del agua, amante de las naranjas, de la cual me enamoré. ¿Su nombre? Me lo guardo por ahora, pero la llamaremos niña mala (como en la novela Travesuras de la niña mala de Mario Vargas Llosa). Es imposible, para mí, pensar en esos señores sin pensar en ella. Me imaginé que aquellos desafortunados señores podríamos ser nosotros, mi niña mala y yo, y no dudé en hacer más fuerte mi convicción de ayudarles. Por cierto, llegué a estar con esa niña, logré besarla, abrazarla, acariciarla, hacerle el amor, susurrarle al oído uno que otro poema, hacerle reír, soñar para ella... Aunque todo tiene su fin y a mí nadita me gusta hacerle drama. Lo cierto es que aunque ya no esté con esa niña, no puedo dejar de agradecer a los señores la gran oportunidad que me dieron de poder conocerla y con ella conocer un mundo regido por el amor, los sueños, las ilusiones, las esperanzas, el optimismo, y etcétera, etcétera; todo lo que se les ocurra. Admito que en algún momento me sentí desganado al no ver resultados, y sigo sin ver resultados, pues los señores siguen drogándose a diestra y siniestra y yo me he formulado ahora un nuevo problema: ¿Por qué siguen drogándose después de todo lo que he intentado hacer por ellos, después de todo lo que les he dicho? Y una hipótesis es que o son estúpidos, porque saben que lo que hacen está mal, o que yo no entiendo realmente lo que les conlleva a continuar drogándose y drogándose. El señor Javier no está bien, está enfermo, y no me refiero al asunto de las drogas, sino a otro tipo de enfermedad que le aqueja. La señora Yvonnett sabe que su marido está mal, pero aún así le permite drogarse y ¡hasta le compra la droga! 
Entonces he aquí donde entra el asunto de aquel hombre que les hablé en el principio. Análogamente, hagamos de cuenta que los señores son el pueblo con su enfermedad y yo seré el doctor que se somete a sí mismo para poder entender qué sucede con esa enfermedad que no los deja, o ellos no quieren dejar. No es que me quiera hacer el héroe, ni que crea ser el único que intenta ayudar a los drogadictos, ni que no supiese que hay personas que han estado en el vicio y hayan salido y ahora estén ayudando a otros, ni nada por el estilo: yo solo quiero entender por qué ellos buscan ese refugio, qué hay tanto que los atrae aún a sabiendas de que les hace mal. A lo mejor hay algo realmente bueno ahí, en ese mundo al que se meten una vez estando drogados. ¿Sentirán placer? ¿Verán cosas nuevas? ¿Les hace olvidar todo? ¿Hay felicidad o algún sentimiento superior? Voy a drogarme con ellos con su misma droga. Solo que aún tengo que esperar y armarme con todas mis defensas mentales bien puestas para hacerlo. Esperaré a que acabe el ciclo universitario. Una vez finalizado, iré a convivir con los señores todo el tiempo que me sea necesario, que pueda soportar, y los convenceré de que sean mis guías, mis guardaespaldas, mis protectores, y una vez logre saber qué hay ahí, buscaré la forma de ayudarlos; y si no encuentro nada, seguiré buscando la forma de cómo ayudarlos. No descansaré hasta saber que al final los he ayudado al menos en lo más mínimo: TENGO QUE REGRESARLES EL FAVOR QUE ME HICIERON AL PERMITIRME CONOCER A TAN HERMOSA MUJER que no puedo olvidar por más que trate de contaminar su recuerdo. Aún la pienso, no hay día en que no deje de pensar en mi niña mala, en mi morena, en mi frentona del carajo con su andar de loca, su risa de tonta, sus ojos pequeños, su piel de miel, sus labios, su todo.
Por lo tanto, doy por finalizada este pequeño espacio dedicado a mis amigos de Caquetá, a los cuales les debo mucho por todo lo que han hecho por mí, y también por mi niña mala, por ambos. Les agradezco por permitirme conocerla, por motivarme a quererla, por ser nuestros carteros,, nuestros cómplices en aquella relación clandestina, nuestra excusa para enamorarnos mi niña mala y yo, por ser los únicos que me hacen pensar en ella con ternura y amor, por darme esperanzas, por seguir cuidándola por mí mientras yo estoy lejos de ella. 

Ya no sé si te amo, niña mala, solo sé que me es difícil dejar de pensar en ti. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

ISABEL

CREO QUE YA TE FUISTE, Y NO ME AVISARÁS

CONVERSACIONES