JUNTOS EN UNA MISMA LUZ

Sé, señorita, que usted suele mezclar sus mejores pensamientos con el pesimismo. Ese sentimiento de no sentirse capaz de algo puede hacerle retroceder en muchas de sus más intensas pasiones. Señorita, sepa usted que la he leído uno a uno de sus mejores líneas, me he perdido en su forma de pensar, su filosofía del amor y de la vida, y una vez comprendida la información, adopté hasta su manera de escribir. ¿Acaso no la reconoce? Esta puede ser una más de las pistas que le voy dejando para que se entere de una vez por todas que es usted. Sí, usted. Señorita, yo sé que usted ya sospecha de mis intenciones ya antes expuestas, y de estas nuevas que de pronto aparecieron de la nada, no obstante, le confieso que he ido de rincón en rincón, por días y capítulos, como si fuera un libro, leyendo lo que usted escribe, quise descubrirla y encontrar algún punto débil, como un león acecha a su presa, ¿que si lo encontré? ¡Usted es una mina de puntos débiles! Y por eso mismo la conquistaré de la mejor forma que sé hacerlo, de una forma única y original, porque hasta lo que sé que usted sabe de mí, soy un vanidoso poco humilde cuando se trata de amor propio, y por eso mismo usted al final morirá por mí. Cuando se dé cuenta que cada una de estas letras, palabras, oraciones y párrafos, estos textos, son inspirados por usted, señorita, no diga palabra alguna todavía, no se me acerque ningún centímetro a la redonda todavía si no es con su pensamiento, y ya sé que me contradigo en este instante porque le he pedido que aparezca ya, pero tiene que aparecer cuando la magia ya se haya completado, cuando el ritual de nuestros deseos estén al máximo esplendor, cuando nuestras luces brillen con un mismo color y que al juntarnos nos distingamos del resto de luces multicolores que rodean este mundo gris y turbio sin sus labios sobre los míos, sino que seamos uno, usted y yo, señorita. Yo sé que usted ha pensado en mí, es la ley de su naturaleza pensar en hombres como yo. Le quitaré sus dudas en su debido tiempo, le ayudaré a resurgir, renacer como aquella ave mitológica, le saldrán las alas de ángel a su nombre, su cabello será más negro que antes, sus ojos también, su nariz de gorila olerá mi cuello, sus dientes morderán mis orejas, sus dedos se perderán en mi cabello, la mirada se le perderá de curiosa en su interior cuando quiera mirarse el alma para saber cómo está después de sentir el calor de mi cuerpo sobre el suyo, y cuando seamos uno usted y yo, lanzará un alarido de gloria pidiendo que por favor hagan eterno ese momento. Señorita, yo la llevaré a la inmortalidad. 
Por hoy la dejo con la idea muy gráfica de mis intenciones, hay cosas que un hombre debe hacer. No olvide que si ya sabe que soy yo quien le escribe a usted, no venga mientras no esté segura de echar a andar su imaginación conmigo, no eche a perder esta receta de alguna magia que estamos inventando, y si quiere decirme algo, sé que usted buscará la forma de hacérmelo saber, usted es muy inteligente, señorita, lo es. 

Para Lolita.

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