MI PRIMER TREKKING

El día sábado por la mañana empezó el descenso del grupo de amigos que se reunieron para ir de visita a Cerro Colorado. Se había organizado una noche de observación de estrellas y perseidas y campamento en la cima de todo el lugar, vivir una experiencia sin igual, la apreciación de aquellos manjares visuales de la naturaleza. Todo fue de maravilla, habíamos logrado un ascenso exitoso, instalado un campamento estable, se observó con mucho entusiasmo las estrellas fugaces y se pidieron todos los deseos que se quisieron por la cantidad que hubo, comieron e se hidrataron, para después dormir. 




Al siguiente día un grupo más curioso quiso ir más arriba, y junto con el guía empezaron a ascender hacia la cima. Lo logramos, y déjenme decirles que el paisaje fue fenomenal: vi por primera vez cómo el sol nacía por encima de las nubes, vi el colchón de nubes, vi valles y quebradas y soporté el viento fuerte sobre mi cuerpo, grité y desahogué tantas cosas que uno no puede liberar en la ciudad, en cada grito sentía cómo muchos de mis demonios escapaban de mi ser y me devolvían una paz, una tranquilidad, que no se puede comparar. En definitiva, aquel viaje era una terapia que no me había permitido nunca. Después de tomarnos fotos, tomar fotos a los paisajes y disfrutar  la vista que nos otorgaba el lugar, volvimos con el primer grupo: era tiempo de irnos. 



Uno de nosotros, Richard, quiso irse por su propia cuenta, dijo que tenía muchas cosas que hacer, así que después de nuestra débil insistencia de que se quedara, se fue. Varios minutos más tarde, al ver que algunos se demoraban para organizar sus cosas, decidimos cuatro de nosotros bajar primero. Lo hicimos. Bajamos buscando el camino que habíamos recorrido durante la noche y madrugada, todo nos fue genial, salvo por el agua que nos faltaba a mitad de camino. Hubo un momento en que vimos otro lugar, una salida más cercana y de menos trabajo, pero para llegar a ese lugar teníamos que atravesar una quebrada, y desistimos, buscamos el camino y dimos la vuelta el lugar, llegando así, después de dos horas de caminata en descenso, a un lugar seguro y que nos podamos ir a nuestras casas sin dificultades. Durante el camino no dejé de pensar en lo bonito que fue la experiencia, la noche y sus estrellas fugaces, y no pude evitar no pensar en el amor que algún día fue y ahora ya no es, y la nostalgia me acompañó durante el trayecto de regreso a casa. Cuando revisé los mensajes, la vi a ella escribiéndome, y me pregunté si fueron las estrellas fugaces quienes me habían concedido esto, pero no le di mucho crédito a la superstición, así que traté de hacer lo correcto, y le dije muchas cosas que me hubiese gustado decirle la última vez que la vi. El día iba muy bien, el domingo la pasé mejor, y el martes mientras trabajaba, me llega un mensaje de uno de mis amigos del sábado (por cierto, hice muy buenos amigos) diciéndome que Richard, el primero que decidió irse, no había llegado a casa, que no lo veían desde el día viernes cuando partimos hacia Cerro Colorado. Se hicieron cuentas rápidamente, lo habíamos visto todos nosotros el sábado por la mañana, cuando decidió irse por su cuenta; recordamos lo que dijo, que iría con otro grupo de caminata a Matucana; así que rápidamente empezaron las llamadas y los contactos. Horas más tarde me informan que volverían a Cerro Colorado para empezar una búsqueda, que querían gente hábil y que conocieran el lugar para poder ayudar, y nos organizamos para encontrarnos e ir al lugar. La búsqueda empezó a las cuatro de la tarde. A pesar que era subida y terreno difícil, llegamos rápido a una buena altura, Roberto y Luis se dirigieron a la quebrada, y yo pensé que hubiese hecho lo mismo que ellos. Rato más tarde, entre llamada y llamada, entre lugares con señal telefónica y sufrimiento por estar en constante contacto entre todos, se escuchan esas dos palabras que nos llenó de emoción y esperanza: ¡LO ENCONTRAMOS! Inmediatamente se corrió la voz, y junto con un amigo más fuimos al lugar. Nos demoramos dos horas en encontrar al grupo que lo encontró, y fueron Roberto y Luis: Richard estaba en la quebrada. Bajar inmediatamente era imposible, se necesitaban sogas y no las había. Ya se había llamado a todos, familiares, rescatistas, bomberos, policía, serenazgo, todo se movió con mucha rapidez. Peter y yo, gracias a la idea de Roberto, fuimos a buscar a Luis a la boca de la quebrada, Luis había bajado para tener mejor comunicación con Richard y ver si le podía alcanzar agua y comida, pues estaba desde el día sábado hasta el martes por la tarde sin esos recursos. Nos demoramos dos horas más para poder llegar al lugar donde Luis se encontraba esperando a cualquiera de los grupos que vinieran a ayudarnos, mediante señas de luces, prende y apaga, pudimos llegar hacia él. Ni bien llegamos a la boca de la quebrada, Peter y yo fuimos a buscar una ruta accesible para los rescatistas, y llegamos a un lugar donde ya no se podía avanzar sin soga ni equipo adecuado. Esperamos pacientemente y rato después, llegaron. Empezaron a subir, escalaron el lugar, Peter se quedó de centinela y yo ayudé al grupo de serenazgo, ellos fueron los que llegaron primero. Cuando llegamos donde Richard estaba, se pudo ver que tenía una pierna rota, que presentaba deshidratación y tenía hambre,  pero nunca olvidaré su primera reacción, nos escuchó, vio nuestras luces, y gritó, gritó fuerte de emoción, al apuntar nuestras linternas hacia él, estiró la mano hacia nosotros e hizo un puño, se llevó la mano a la cara y lloró de emoción, y dio las gracias por llegar a por él. Creo que nunca he escuchado unas gracias de verdadero agradecimiento como fue la de él. Empezó el descenso de unos de los serenazgos hacia él, le amarraron la pierna a algo recto y le dieron instrucciones de cómo debía actuar para poder sacarlo de ahí. Cuando lo sacamos de ese hueco, en medio de gritos de dolor y quizá de júbilo, Richard salió de donde estaba atrapado, lo abrazamos entre todos y le felicitamos por haber aguantado todo, me acerqué y le tomé de la mano, le dije, Richard, soy yo, José, Joao, estamos todos acá, todo el grupo vino a ayudar, y me tomó fuerte de la mano, dio gracias. Y era cierto, todo el grupo estaba buscándolo, y me dio gusto haber conocido aquel grupo de amigos, nunca sentí tanta unión, tanta identificación, ese compañerismo y la filosofía de TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS. Después de largas horas y de luchar contra el terreno difícil, sacamos a Richard del lugar, se le dio los primero auxilios, y recién a las tres de la mañana del día miércoles fue llevado al hospital para su recuperación. Fue muy difícil toda esa labor, sus familiares estaban muy preocupados y nosotros también. En la conversación que tuvimos con Richard para mantenerlo despierto, nos contó que quiso cortar camino, que vio la ciudad y pensó llegar más rápido si iba por ahí, que el terreno como que le invitaba a ir por ese lugar, pues la bajada no parecía difícil en los primeros metros que avanzó, pero cuando se topó con un lugar demasiado alto, ya no pudo volver hacia atrás, pues intentó pisar sobre una piedra, y esta se desmoronó, pisó cáscara nada más, resbaló y se cayó a la quebrada. Cayó de rodillas, y se rompió una pierna, intentó avanzar unos metros, pero no pudo. Cuando estuvo ahí se dio cuenta que solo tenía media botella de agua, y mientras esperaba tuvo que tomar de su orina para no morir deshidratado, pasó hambre todo ese tiempo, y contó también que hubo personas que lo escucharon el domingo, pues cada hora gritaba para probar si alguien lo escuchaba, y así fue, fueron pobladores de la zona, y lo dejaron allí, no informaron ni nada, había perdido la esperanza, tal vez. Estar ahí no fue fácil, y solo me queda imaginar, como también solo me queda imaginar la emoción que sintió cuando nos vio llegar. Salvar una vida te trae ciertas satisfacciones personales, te enseña mucho, y en lo particular, le di las gracias a mi hermosa madre por haberme dado la vida, pues de no ser por ella no podría haber vivido todo eso. Esta es la quinta vez que le doy las gracias por mi existencia, y me siento orgulloso de ser su hijo. No pude tampoco evitar pensar en ella, en el amor que no fue, porque me dieron unas ganas terribles de abrazarla, aferrarme tanto a ella y agradecerle por estar bien, por estar viva, por estar conmigo aunque sea en mi pensamiento. Si tan solo en esos momentos de felicidad y dicha estuviera ella conmigo... Lo cierto es que Richard ahora está en mejores manos, con su familia y con vida. Siento un enorme orgullo ser amigo de aquellos montañistas que conocí en mi primer trekking, no olvidaré toda esta experiencia, fueron muchas cosas que sucedieron para ser la primera vez. Y aunque ahora esté sin trabajo por haber faltado una vez más, me queda la satisfacción de haber ayudado a salvar una vida. Creo que saldremos por televisión, por cierto, jaja, seremos famosos. 

Vivir es hermoso, y saber que muchas vidas están dispuestas a arriesgarse por salvar una, a sacrificarse por alguien a quien ni le conocen la sonrisa: motiva a vivir. No olvidaré esto. Cuídense, amigos.


Comentarios

Entradas populares de este blog

ISABEL

CREO QUE YA TE FUISTE, Y NO ME AVISARÁS

CONVERSACIONES