CUANDO DOS POETAS HACEN EL AMOR
Es miércoles por la tarde, salí de la sesión de fotos de mi trabajo corriendo porque ya iba tarde para la cita. A una dama no se le hace esperar, dice Misha, de espaldas, resentida. Llegué diez minutos retrasado. Estuve trabajando, me excuso. Está bien, solo por eso te perdono, responde. Ella tiene una pequeña manía que no se puede ignorar, le encanta descuartizar las palabras en sílabas, disfruta desmembrándolas una a una, para, según ella, ser mejor entendida, captar la atención que se necesita. Estoy ra - ya - dí - si - ma, su frase favorita. Juega con sus dedos en mi barba, clava ligeramente su uña en mi mentón, abre su boca, saca su lengua, se acerca a mí, siento cómo respira por la boca, ha calentado una parte de mi cuello, lame por debajo de la oreja, escucho pronunciar, Mi - sha, y me muerde. Finjo no prestarle atención, pero tiene mis cinco sentidos prendidos a ella. Una chica nos observa en la mesa de enfrente, le miro a los ojos, la chica se intimida y mira a otro lado. Misha da una mordida a sus donnuts de chocolate, sorbe un poco del café pasado que pidió, y me habla del chico que está enamorada. Te juro que fue el único chico que me ha gustado tanto, nunca, ¡nunca me atrajo tanto alguien! Decía todo eso mientras masticaba, hablaba con la boca llena, me daba risa la mujer - hombre, tan libre ella. Me gustó tanto que hasta pensé en casarme con él, ¡o sea! Se detiene un rato, pone su mano delante de mí, me hace silencio, y se pone a cantar, ¡No, no, no! No te vayas te lo pido, por favor, oh, oh, ¡Esa canción me encanta! Dijo. ¿Cómo fue que te saliste de la conversación tan rápido? Le pregunto, asombrado. La chica de enfrente vuelve a mirarnos, Misha se da cuenta, se acerca a mí y me coge de la nuca, se acerca a mí y me besa el cuello, lentamente sube a mi oído y me dice, creo que excito a esa mujer. Conquístala, le digo. ¿Conquístala? ¡¿Todavía usas esa palabra?! ¡Qué viejo eres! Me dice. Está bien, está bien, sedúcela, respondo, avergonzado. Tú lo que quieres es mirar, ¡no te conoceré! Es cierto, quiero mirar, respondo. Ven, dice, y me jala fuera de la cafetería. Ahora que lo pienso, es primera vez que invito a una chica a una cafetería, me estoy volviendo europeo, pienso.
Misha camina por la avenida gris de Lima, es primavera pero sigue pareciendo invierno. A ella le gusta eso, le gusta el invierno, me lo ha dicho. Camina entre las personas sin tocarlas, esquivándolas, saltando. Voltea a verme de vez en cuando para saber que estoy allí, observándola, y a veces me toma de la mano y ordena, ¡apúrate! Me pongo a pensar a dónde me lleva. Me pongo a pensar que igual la seguiría. Me pongo a pensar en la clase de mañana en la universidad. Me pongo a pensar en las calles que estamos caminando. Me pongo a pensar en el tonto piso a cuadros que le gustó a Misha cuando le llevé a ver en la Plaza San Martín. Acá estoy escribiendo sobre ti, pensando un poco en los cuentos de Edgar Allan Poe, otro poco en las funciones de transferencia de ingeniería de control moderno, otro poco en el proyecto de electrónica pendiente en la universidad, y otra gran parte en tu metálica sonrisa. Esa sonrisa me atrae, los brackets son los culpables, y eso que creí ser el imán, pero el fenómeno se da al revés. Ahora estamos en el jirón de la Unión, y estoy empezando a alucinar, veía a alguien enana como tú, tan fea como tú, y tan morena como tú, pero con lentes, y a ella la amaba.
Ya no te veía a ti.
Llegamos a la plaza de Armas, te muestro los lugares donde solemos reunirnos mis amigos los rollers y yo. Nos sentamos a mirar a las personas. Me cuentas que hace unos días saliste con un chico que fue tu enamorado por cinco horas. ¿Tu enamorado por cinco horas? Le pregunto, asombrado. Sí, todo el rato de la mano, besándonos, tú sabes. Y lo dice con tanta frescura, pienso. Menos mal que yo solo soy tu amigo, no me gustaría ser tu enamorado, yo solo quiero escribir, le digo. Ella responde, oye, tampoco quiero que lo seas. Se ha molestado. Ya conozco su cara de molesta. A veces siento que su respiración cambia. Me pregunto si no es muy enfermizo fijarme hasta en el temblor de su pupila. ¡Está hirviendo! La cosa se volvió incómoda. Nos despedimos. Adiós.
A veces, solo a veces, pienso en ella.
Tengo que cambiar mi estilo de escritura, tal vez filosofía, pero tengo que leer más y no tengo dinero. Cuando visito las librerías solo puedo comprar uno o dos libros, y eso que es cada dos o tres meses, pero solo si me sobra presupuesto. Aún así, a la fuerza trato de no pensar más, solo me dedico a mis quehaceres, mis tantas actividades diarias, quizá sin importancia, quizá sin relevancia, quizá solo un pasa tiempo, pero poco a poco llego a quererlos, es como si me acostumbrara a ellos, a patinar, a nadar, a correr, a caminar, a cantar, a leer, y si por si acaso dejo de hacerlo me digo, ¿por qué dejé de hacerlo? Y las hago. Siempre ando confiado, no tengo remedio, ¡en qué lío me estaré metiendo! Mis pies flotan, siempre sueño, algún problema me esperará, alguno muy grande... Solo quiero que sepas, corazón, que espero por ti. Tenías razón, hacer el amor contigo era como volar, nunca caes... Me he estrellado contra el suelo un par de veces, quizá tres; está bien, cuatro. Se siente vacío. Me pregunto cuál será mi reacción si te vuelvo a ver. Acabo de imaginarme muchas situaciones, he pensado como siempre más de la cuenta. Un amigo mío se ha ido, por cierto, prometió volver pronto. Le dije que con algo de suerte llego a visitarlo, para fin de año a lo mejor. Antes mi deseo era salir de viaje con lo poco que tenía, pero eso era el principal freno, dinero; ahora que ya aprendí algo de lo que se necesita, ya hice los preparativos necesarios para llevar a cabo mi aventura. Pienso pasar la navidad, mi cumpleaños, el fin de año, el inicio de año, lejos de esta ciudad que tanto llegué a querer, a donde me lleven las ruedas, hasta donde mis piernas me lo permitan, dormiré a la intemperie, sobreviviré. Quizá así te tenga lejos de mi mente, o quizá así desee tenerte más cerca. Se pueden desear tantas cosas a la vez, pero el real problema es si estamos dispuestos a hacer lo que se necesita para tener lo que se quiere. A veces pienso que las historias que hago ya no son tan emocionantes, contar una que otra cosa que sucede en la vida diaria, es como repetir la escena y revivirla en cada leída. No. Eso ya no es divertido. Antes lo era, reía en mis adentros por la inocencia de los pensamientos, por la cordura de esa locura nuestra, las ganas de hacer realidad una ilusión, esa sensación de inmortalidad. Cierro los ojos, dejo que el sentimiento me embargue, primero por los oídos, luego a mi sistema nervioso, siento el golpe de mis neuronas producir la sinapsis, una orden a mi cabeza, se mueve de lado, es como si escuchara una canción, mis músculos se relajan, estoy volando, estoy pensando en ti, ¿estoy soñando despierto? Estoy a mitad de estar dormido, es de noche, estoy relajado, descansando, siempre estoy con la mente trabajando, pero estoy despierto. Mi madre me dice que yo hablo dormido. Ambar dijo que yo hablaba dormido. Sandra también me escuchó hablar dormido. Mi hermana se burla de que hablo dormido.
Cuando sea presidente haré que todas las hermanas del país no se burlen de sus hermanos que hablan dormido.
He vuelto a ver a Stephanie, fue de casualidad, estaba yo en medio de tantos carros amontonados, como siempre, en el tráfico de la avenida Alfonso Ugarte, cuando de pronto una ventana a mi izquierda se abre y escucho la voz de alguien decirme, oye, loco, ¿qué haces? Era ella. No me ve hace mucho tiempo y lo primero que me dice es 'loco'. Estoy apurado, respondí, y me largué. Creo que el ingrato soy yo, sí, eso debe ser. Aunque la reacción tiene justificación, recuerdo que hace un tiempo atrás, creo que por el mes de enero, para ser exacto, el nueve de enero, fui a visitarla por la noche, la llamé por teléfono antes de tocar su puerta, no me contestó; toqué la puerta de su casa, salió su mamá, la saludé, señora, buenas noches, ¿se encuentra Stephanie? La señora era una mujer muy amable en los tiempos en que solía visitar a su hija, nos dejaba solos en la sala y nos divertíamos juntos, según nosotros estudiábamos, y lo hacíamos pero, también nos divertíamos. Una vez hice que me leyera un libro, 'Las mil y una noches'. Eh, bueno, lo cierto es que es un recuerdo muy antiguo. Salió ella, por cierto, al rato de conversar con su mamá, y lo primero que preguntó fue, ¿qué haces acá? O sea, la visito después de tiempo y recibo un '¿qué haces acá?'. Sentí, después, que me miraba por encima del hombro, como antes lo hacía cuando andábamos en la academia. Ay, mujer, cuánto has cambiado. Y pensar que alguna vez subimos las escaleras tomados de la mano, y pensar que alguna vez estudiamos juntos, y pensar que te regalé flores y te canté una canción al oído y te escribí una carta y te robé las mejores lágrimas de felicidad que hayas tenido de parte de un hombre que no es tu padre. Si saco la cuenta, nunca conservaste ninguno de los regalos que hacía para ti. Recuerdo que ese tiempo una señora en el hospital me enseñaba a hacer pulseras de mano, yo tontuelo compré mis hilos y te hice pulseras, inocente de mí, pobre de mí, las usabas un día, me iba de tu lado, y al día siguiente ya estabas sin mi regalo. Nunca te pregunté, una vez nada más lo notaste, y me dijiste que te habías bañado y que lo dejaste en la ducha. Menuda respuesta, si supiera ella que ya había predicho esa excusa. En fin, ya no volví a hacer nada de eso, claro que no, ¿sería tonto acaso? Con la tercera vez que lo hice lo entendí. Jaja, ¡cállense! No se rían.
¡Tss! Ingrata.
Volviendo al capítulo anterior, señores, les hablaba de Misha, aquella asesina de las palabras, la que enfatiza desarmando en sílabas las palabras, la que tiene enamorados por horas y me moja con café el oído con su boca... ¡Ag! Ya lo recordé.
Mejor, continuando con lo que sigue, jaja, 'continuando con lo que sigue'... Les cuento otra cosa, mejor. Sandra es el nombre de mi sobrina, es mi hermosa sobrina. Ella le dice tía a Jhoselin, aún no asimila que ya no es la tía que ella esperaba ilusionada. Recuerdo que hace dos años le contaba historias sobre Jhoselin a Sandra, y me decía, quiero conocerla, tío, quiero conocerla. Tan linda ella. En fin, tendré que conseguirme otra novia que se llame Jhoselin para que no genere confusiones. Pero no me refería a esa Sandra cuando la mencioné por primera vez, me refería a otra con la que sí dormí en una carpa el día que hice mi primer montañismo. Habíamos ido a Cerro Colorado, Sandra no tenía carpa, y la mía era de dos personas, y como me ayudó a armarlo (porque no tenía idea de cómo armarlo), se quedó a dormir. Vimos las estrellas juntos, recuerdo, y hubo un muy largo silencio en algún momento, o será que me desconecté de todo ese instante en que apreciaba aquello en el cielo por primera vez: una lluvia de estrellas fugaces. ¡Ni si quiera tuve tiempo de preparar mis deseos! Lo primero que pedí fue mucha comida, luego me invadió la nostalgia y deseé lo mejor para Jhoselin, mi familia, mis amigos, las personas que necesitan, poquito más y todo lo que iba pidiendo se parecía a la carta de un niño malo que quiere parecer bueno ante Papa Noel el día de navidad. Al final me permití ser un poco egoísta, deseé que todo se mejore entre ella y yo, que haya un poco más de fuerza para soportar todo, que si no teníamos un final de amor juntos, al menos que nos permitiera terminar bien en otros brazos. ¡Aunque ella ya se haya adelantado! Pero está bien, está bien... A veces me digo que a quién engaño, y no sé qué pensar. Hay momentos en que me trato de cínico y trato de desenmascararme, me critico, me digo tantas cosas, y para no pensar en todo lo que me he dicho desconecto mi cerebro.
Me gusta el té de manzanilla.
Cuando leo un libro me convierto en el personaje. Se siente raro ser el personaje mientras escribo. ¿Será muy egocéntrico tomarme como personaje en mis escritos? Soy un personaje, sí, y a menudo hablo de mí, pero no necesariamente me convierte en el personaje principal. Yo solo cuento lo que sucede a mi al rededor, quizá lo que pienso de lo que sucede. Cierro los ojos otra vez, como una ola, me muevo de lado a lado haciendo ondas al ritmo de la música.
Quiero bailar. No hay nadie acá, así que, ¡Ah disfrutar!
Ya debería publicar esto, llevo escribiéndolo como cuatro días.
Me has escrito. Ha pasado más de un mes y me has escrito. ¿Qué quieres? Pensé que ya no lo volverías a hacer desde que no te saludé en tu cumpleaños. Deberías no querer hablar conmigo por eso. ¡Mi plan se fue al carajo! Ojalá me hablaras y no me escribieras. Eres fea. ¡Señores! ¡Presten atención! ¡Jhoselin es fea! No, no me miren así, no piensen así, carajo, yo sé que les importa. Ahora, me pregunto, qué habrá pasado. ¿Te encontrarás bien? Justo cuando quería publicar esto ya... ¿Qué debería pensar? ¿Qué debería contestar? ¿Cómo debería actuar? ¡Quiero ser indiferente! Sí, voy a ser sobrado, voy a ignorarte, voy a parecer malo, voy a fingir que no me interesa hablar contigo, voy a alejarme de ti lo más posible. ¿Por qué? Porque no quiero que sepas que me estoy muriendo de ganas por verte, por correr hacia ti y apachurrarte a mí, por llenar tus labios de baba y lavar tu frente con mis besos, por tomarte entre mis brazos y olerte el cabello, por mirarte a los ojos y perderme en el negro azabache de tus pupilas, por sentir tu calor y hacerte el amor, por decirte lo mucho que te quiero y recitarte poemas al oído, por escucharte decirme que te gustó verme, por saberme tuyo al escuchar tu voz pronunciar mi nombre. Todo eso, todo aquello, cuando dos poetas hacen el amor. Déjame escribir un poema en tu piel, morena.
Ya es tarde y es octubre, lo sé porque no he dormido.
Quiero panetón.
Cuando sea presidente construiré mi fábrica de panetones para mí solo, ¡PARA MÍ SOLO!
Me gustaría preguntarte qué harás tal día, te invito a tal lugar, a tal hora, te estaré esperando. Mucho tiempo hemos perdido, lo tenemos que recuperar. Necesito hacerte reír todo el camino, ya he sacado mis cuentas, y si te hago reír todo el camino y hay unos cuantos ataques de risa de esas que te quitan el aire y te duele la panza, pagaré al menos la mitad de todo ese tiempo que estuvimos ausentes. ¿Debería estar pensando en hacerte reír en vez de, no sé, besarte, decirte tantas cosas? Creo que no, mi principal misión es hacerte reír, hacerte feliz. Quizá te invitaría a dormir conmigo, bajo las estrellas, en alguna montaña de todas las que ya conozco, en una carpa, a temperatura de bajo cero, abrigándonos, conversando en voz baja para que naturaleza no se entere de nuestros secretos, para que ni las piedras sean confidentes, para soñar solo tú y yo. Te contaría algún cuento hasta que te duermas, y al mirarte que por fin has cerrado los ojos, pensaría, hoy me voy a quedar despierto, quiero verte madrugar. Velar por tu sueño. Me pregunto si lo que siento es amor o algún tipo de devoción...
Cuando te vuelva a ver te saludaré.
Querré abrazarte, un abrazo de oso, cerrar los ojos mientras contengo las lágrimas de la emoción, pero no lo haré, me dará vergüenza; y si por si acaso se da, por favor, no te asustes, es normal que mi pecho se agite como si tuviera asma, es normal si sientes que me falta la respiración: eso sucede cuando estoy a punto de llorar. En ese momento no esperes que te diga algo, porque no podré articular alguna palabra, según cuenta la leyenda que si abro la boca se escapará el llanto. ¡Llorar de emoción! Es contradictorio, ¿no? La vida es un conjunto de contradicciones. Si hay blanco, hay negro. Si hay paz, hay guerra. Si hay felicidad, hay tristeza. Si hay amor, hay odio. Y etcétera. Hay cosas que no deberían mezclarse, como el aceite y el agua, y la emoción con las lágrimas, pero en este último ejemplo no sucede. Las lágrimas son como el color negro, combina con todo. Se mezcla con el enojo, porque se llora de enojo. Se mezcla con la tristeza, porque se llora una pena. Ya dije que se mezclaba con la felicidad. ¿Con qué otra cosa más se mezclará? Con el orgullo. Con la frustración. Las lágrimas son como el color negro, ya lo dije.
Tengo una alumna a la que le regalé un libro. No soy un ejemplo de profesor, porque le regalé un libro que normalmente un profesor no le daría a un alumno. Aunque eso lo digo porque estoy tratando de pensar como la estúpida sociedad prejuiciosa y maliciosa que nos rodea. Un libro es un libro por donde quiera que se vea. Le di el libro 'El cojo y el loco', de Jaime Bayly. Oh, sí, seguro pensarás, ¿qué de bueno tiene Bayly en sus libros? ¡Jo! Gente así me da cólera. Ni si quiera han leído neutralmente sus libros. Pero de gustos y sabores no han habido escritores. Aunque, si lo pienso bien, sobre gustos hay muchos escritores, y sabores también, lo digo por los libros de pastelería o comida, recetarios, y personas que recomiendan cosas de su gusto... Pero, en fin, que se jodan. Volviendo a lo de mi alumna, le pondré el nombre de Bodoque, es porque se parece a un bodoque con patas. Tan linda ella. Seguro que me diría, ¡Qué pesado es usted, profe! Y yo le respondería, ¿pesado yo? ¡Tú pesas más que yo, oh! Tú eres la pesada. Pero esas cosas un profesor no debe decirle a sus alumnas, mucho peor a una mujer; solo que no soy un profesor muy profesional. En fin, quería decir algo de Bodoque, jajaja, me sigue dando risa escribirlo. Ya, seriedad. Bodoque es una alumn-- jajajaja. Bodoquita, si lees esto alguna vez, te quiero. Ya. Bodoque es de las alumnas que te escucha todo, muy inteligente para preguntar, porque está atenta a cada palabra tuya. Cualquier error de idea, no te señala con el dedo, trata de entenderte, y si no le parece, no muere criticándote. Quizá su ley es, es tu forma de pensar y ya. Al menos es la impresión que a mí me dio. Es de las pocas alumnas que tiene madera para ser humana. Ya sé, ser humano es cualquiera, me refería a un paso más adelante de ser un humano. Es sensible, es crítica, sabe escuchar y me atrevería a decir que tiene su propio punto de vista, su propia forma de pensar, pero no lo tiene del todo desarrollado. Se da cuenta de las cosas que pasan a su al rededor, le presta más atención a las pequeñas cosas, y tiene la mente más abierta que un adulto común. Te entiende todo, porque se las sabe todas. Me pregunto cuánto tiempo libre tendrá. A mí solía entenderme todo, ¿o será que era muy gráfico en mis explicaciones? ¡Y no me estoy refiriendo precisamente a mis clases! Cuando enseño, trato de hacer que mis alumnos tengan iniciativa, aunque no lo haya logrado en el tiempo que estuve, o quizá con uno o dos lo haya hecho, en serio estaría satisfecho si al menos uno de ellos captó el mensaje de optimismo y seguridad que quise transmitirles, ya pocos profesores se ocupan de eso, en mi colegio nunca me enseñaron eso, los profesores solo llegaban y daban clase y chau. Pero volviendo al tema, Bodoque es la única que persona que se leyó un libro que lo recomendé. O bueno, es la única que me hizo saber que lo leía y me lo decía con emoción. Llegué a pensar en invitarle un cafecito y algo de comer para sentarnos a conversar acerca del libro, qué nos parecía, repetir uno a uno cada detalle, porque noté que ella era tan detallosa como yo en la lectura. ¡Pero tiene doce años! O catorce, no sé. Una vez le encargué una tarea personal, que escribiera cualquier cosa. Yo enseñaba matemática, no tiene nada que ver con el curso, pero de todas formas lo hizo. Hay ciertas cosas que puedo rescatar de eso y decirlo con libertad (y si lees esto, Bodoque, créelo), podría ser una buena escritora. Debería al menos considerarlo. Tiene tanto sentimiento dentro, y eso es uno de los requisitos que se necesita para ser escritor, al menos desde mi punto de vista. ¡Sí, lo sé! Todo el mundo tiene sentimientos dentro, mucho, quizá más que ella, pero muy pocos saben transmitirlo como ella, quizá hasta mejor que yo. Te tuve envidia, pero luego recordé tus piernas cortas y gorditas y se me pasó. Te di ese libro porque según lo que leí en la tarea que te di, te parecías mucho a esos personajes, aunque no a tal extremo, pero es bueno que sepas cuál podría ser tu extremo. Yo en algún momento me sentí como ellos, y entenderlos fue lo mejor que pude hacer. Con Bayly quité de encima mío muchos prejuicios. Bayly es uno de mis escritores favoritos. Las personas que él describe en sus historias son personas muy peruanas, personas muy personas, tal como son, sin pintadas, las mierdas que son, y estar al tanto de ellas fue lo que me ayudó a llegar donde estoy, aunque al inicio no me lo creí, llegué a toparme con ellos y fue entonces que me di cuenta. Bayly, en cierto modo, influenció en mi personalidad, y si por equis motivos te atreves a leer sus libros, Bodoque, reconocerás tantas cosas que ha escrito él en mí, si es que te has fijado en mi forma de ser, claro. De todas formas, Bodoque, espero que cumplas la tarea que ha quedado pendiente.
Tú, sabandija, me has vuelto a escribir. Algo has de querer. Uy sí, soy Jhoselin, te mueres por mí, y algo quiero, pero no te lo diré. Malvada. Acabo de recordar una canción:
¡Eh descubierto que mi novia es mala!
La encontré besando a su ex - novio.
Me había dicho que ya no pasaba nada.
No imaginaba que pensaba en él.
Volveré a ignorarte. Ya sé que te dije que te quiero y todo eso. ¡Pero no es tan fácil! Yo me enamoro muy rápido. En tu caso, me volvería a re - enamorar, así de rápido. Eso solo pasa contigo. Digamos que dentro de mi corazón hay un gas incoloro, insípido, sin olor, y combustible; la chispa eres tú. Basta un suspiro tuyo y ¡boom! Ni Hiroshima sería tan catastrófico. Y no es fácil porque eres lo único en lo que no tengo confianza al cien por ciento. Ya no es predecible, me faltan datos, y los que tengo apunta a mi descenso, a mi fatal agonía. ¡Arrg! Yo sé que tal vez solo tienes intención de conversar conmigo, amistarnos, ser amigos, ¡PERO ME JODE SER TU AMIGO! O sea, solo tu amigo. No sé si me entiendas... ¿Qué dirías tú si estuvieras en mi posición? Digo, que yo ya tenga una enamorada y que tú hayas estado esperando durante dos años para estar conmigo y de pronto llego y te digo, seamos amigos. ¡Pum!
Este es el quinto día en que llevo escribiendo esto. Se está haciendo muy largo. El final no me satisface. No quiero terminar. ¿Alguien leerá todo este escrito? Estoy seguro que habrán muchos lectores que llegarán quizá hasta la mitad, y eso es pedir mucho, para todo ellos, acá les dejo unos insultos: feos, brutos, ¿para qué leen si no van a terminar? Esta lectura es como tus sueños, nunca los terminarás, jajajaja, te apesta la axila, échate limón al menos; tus fotos se prohibieron en facebook porque provoca la bulimia (acabo de recordar algo), nadie te quiere, mientras duermes te van a poner en un cohete y te lanzarán al espacio para no tenerte acá, y en el espacio tampoco te querrán, te toparás con un agujero negro, sentirás cómo te absorben y pensarás desaparecer, pero si te pones a pensar, en los agujeros negros existe el vacío, ¡ese vacío se llenará para no tenerte ahí! (Lo recordé después de lo de la bulimia, por una alumna que le dije todo eso del espacio, jajaja, soy malo). Ahora que recuerdo, mis alumnos eran como mis mascotas. Los quiero mucho. En fin, ya los insulté a todos aquellos que no terminaron de leer todo. Para los que leyeron hasta el final, no, no estoy loco.
Les (te) invito a un conversatorio de literatura el día 15 de octubre.
Tengo hambre.
Lo peor de esta vida no es estar solo, lo peor en realidad es estar solo, tener hambre y no querer cocinar.
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