CULERO

Mide metro cincuenta, es enana. 'Idiota, me pongo tacos y te alcanzo', dice y pellizca. Pasó una semana para que me volviera a hablar. 'No puedo despedir a mi biógrafo así de fácil', dice.
Repasando el tiempo, la memoria, la vi por primera vez en el Campo de Marte, sentada, mirando a los tipos que bailan sus danzas, al grupo de salsa, a las chicas hacer sus bailes asiáticos, a las personas que caminan y a nosotros, los patinadores.
'Leí lo último. Ya entendí, tienes tus cosas, ¿no?'. Ella me mira hacia arriba, sus ojos, su mirada ha cambiado. 'No es nada', le digo. Hoy es sábado, hemos estado sentados en alguna banca del parque donde nos vimos por primera vez. Me tomó de la mano y me dijo, ven, vamos acá, quiero estar lejos de esa bulla.
Yo intentaba hacer una que otra pirueta sobre mis ocho ruedas, de las tantas que intentaba me iba cayendo, limpiando el suelo con el cuerpo. Misha miraba a las chicas de bailes asiáticos, al igual que yo, tal vez por eso me caía tanto. En uno de esos intentos, caigo aparatosamente a sus pies. 'Está bien, puedes besar mis botas', dijo. ¿Estás loca? Pregunté. 'Estoy ra -ya - dí - si - ma', respondió.
'Eres de las pocas personas que me presta atención todo lo que digo', cruza las piernas, saca un cigarro, '¿tienes fuego?', pregunta. 'No fumo. De hecho, si fumas, me voy.', respondo. '¡Chinche!'.
Me senté frente a ella, pregunté que qué miraba, y dijo que a la chica del micrófono del baile asiático, que es delgada, pero mueve rico ese poto. ¡Qué rara me pareció!
'Estaba esperando que me hablaras, pero no lo hiciste', dijo. Está mirando a otro lado, finge no interesarle la conversación. Lo sé porque parpadea muy rápido, está nerviosa. 'Si hubieses seguido esperando estarías vieja. No hablo a nadie, ya no'.
'¿Qué haces acá? ¿Esperas a alguien?', pregunto. 'No, solo estoy mirando un rato', responde. Le dije que está bien, que me iría a seguir cayendo por ahí, pero que tal vez volvería para ver si beso sus zapatos esta vez. Se rió. 
'No sé por qué eres tan malo conmigo, antes no eras así'. Ahora me mira extrañada, levanta la ceja, junta los labios, me hinca el dedo en el pecho, 'Algo tienes. Ahora que lo recuerdo, nunca te he preguntado cómo estás, ¿verdad? Siempre me has escuchado', dice Misha. 'Yo fui quien te propuso esto, quería escucharte, quería escribir. Te lo dije, estaba buscando una historia'. 
Todos nos estábamos yendo a Miraflores, dijeron que iban a reunirse con otro grupo para ir a San Borja, pero volteé a verla donde la dejé, seguía allí. Ya estaba en la puerta de la avenida La peruanidad, al final de todos, y volteo a verla por última vez, y nos vimos. Ella no tiene vergüenza, no es creída, y es de pocos amigos, me hizo ven con la mano. Fui.
'Quiero que entiendas algo, Misha, como lo leí en algún libro por ahí, me conociste en un momento muy raro de mi vida, y...' No sabía cómo decirlo. Ámbar, tuve algo, quizá menos de lo que tuve con alguna otra mujer, pero desapareció. Jhazmín no está. Belén, ¿vivirá? Ni hablar de ella, de aquella niña morena. Todas se han ido. '¿Y, qué?', pregunta. 
Esperé a que se fueran todos, luego rodé a ella lento, dejé pasar muchas personas delante de mí antes de llegar a ella, y cuando la tuve frente a mí, me llegaba hasta los hombros. '¿Te vas a bajar de esa cosa? Soy enana, ¡Duh!' 'Jaja, está bien, pero no les llames cosa', respondí. Hablamos un rato, hablamos de las chicas de bailes asiáticos, era chistoso hablar con una mujer de mujeres, de tetas, de potos, de colores y formas de vaginas, estilos para tener sexo entre lesbianas, de muchas cosas.
Era complicado decirlo. Quería decirle que ya no quería perder a nadie más, quería que se quedaran un rato más de lo normal, que pasáramos las fiestas de Halloween juntos, que me acompañe a comer en el cumpleaños de mi mamá, que saliéramos con mis hermanas, mis amigos, que me visitara a la universidad, que cocináramos juntos, que me regalara algo en mi cumpleaños, que viajáramos juntos en fin de año, que durmamos juntos... Quería muchas cosas, pero tampoco lo quería, no por ahora, que la cosa sea lenta, que se puede querer mucho, bastante, desmedido, con la fuerza, intensidad, demencia de dos enamorados adolescentes, pero quería evitar que sea de esos tipos de amor que terminan por destruirse porque el contenedor resulta insuficiente para tanto afecto. Tiempo para hacer un pozo más grande. No sabía si decirle que ella fuera, o si no. Solo sabía algo muy bien, no quería que se fuera.
'¡¿Escuchas The Strokes?!', casi grita. 'Sí, hace poco fui a un tributo a ese grupo de los tantos que hacen en La casona de Camaná, y fue genial', le cuento. 'Oye, yo fui a uno de esos tributos, son buenazos. Había un grupo... Razorblade.' 'Claro, ellos hicieron el tributo la última vez que fui. ¿Escuchaste Hard to explain?' Pregunto. '¡De la conchasumadre!', dice, con una sonrisa pícara, tocándome la pierna, y mordiéndose los labios.
Mi - sha. Conversamos aquella vez que llegaste a interrumpir mi clase, esa donde pensé que qué fresca, por Dios, entra como si fuera su casa. Lo malo es que se puso morada, no rosada. Las morenas no se sonrojan, se moretean. '¡Malo!', me dijiste la primera vez que te dije eso. 'Tus amigos son unos aguantados', decía sin bajar la voz, después de la hora de clase, '¿cómo es que te aprendes todas esas cosas?', pregunta. Le cuento que en mi facultad es raro ver una mujer, y después de escucharte decir por qué, respondí que siempre terminan preguntándose que cómo hacemos los ingenieros para aprendernos todo eso. No lo entendiste, pero te dije mensa. 
'Me gusta tu barba', decía mientras clavaba sus uñas en mi mentón. Aquel juego se convirtió en 'su' juego. Solo una vez, en el carro, al fondo, cuando me negué a darle el asiento de la ventana, intentó convencerme mediante la seducción, empezó a morderme el cuello, a clavarme la uña en el mentón, a jugar con mi barba, y cuando me supo ruborizado, bajó su mano a mi entrepierna. No hice nada, solo miraba a los pasajeros, más preocupado por si alguien viene y se acabe todo que porque alguien nos descubra. No dejé que me convenciera, pero ya iba conociendo sus manías.
Lo peor de perder a tantas personas que quisiste alguna vez es que llega a darte igual quiénes se quedan o se van. En ese momento no quería que se vaya, no quería dejar de escuchar su voz, su risa, sus tonteras que suele hablar, las curiosidades con las que siempre llega, las anécdotas de sus aventuras amorosas, los chicos y chicas nuevas que iba conociendo por ahí. ¡Se estaba yendo mi protagonista! Y me estaba dando igual. 


'Te estoy preguntando, respóndeme, ¿y qué?', insiste. 'Me da igual. Todo me da igual. Hay solo una cosa que me importa, una persona, y quiero que se vaya, y que se quede. Que se vaya, mejor. O que se quede. ¡AAAAHHH! ¡Déjame en paz!'. me paré, me estaba yendo. 'No, espera, no te vayas', me abraza por la espalda, '¿cómo estás?'. 'Estoy olvidando', respondí. Recuerdo que miré hacia arriba, las ramas de los árboles tapaban el cielo, era rara esa perspectiva. Recuerdo que solté los hombros, colgé mis pulgares sobre sus manos que aún me abrazaban a la cintura. Recuerdo que sentía sus senos en mi espalda. Recuerdo que movía su cabeza de arriba a abajo, como los gatos, me acariciaba con su cabeza. Recuerdo ver dos niños en bicicleta, uno de ellos sostenía al otro para que no se cayera. Recuerdo el área diferencial de la esfera. Recuerdo que siempre quise una máquina de escribir. Recuerdo su voz diciéndome 'por siempre juntos' y yo creyéndome cada una de sus sílabas. Recuerdo que la besé por primera vez en el puente cerca de su casa. Recuerdo muchas cosas antes de decirle esto: 'Daysi, hazme un favor, este lunes tengo un examen, no me hables, necesito estudiar y no quiero pensar en ti todo este tiempo; de ser posible no me hables en toda la semana, porque es semana de parciales, y si puedes, no me hables en todo el ciclo, que tengo un proyecto pendiente en la universidad. No te culpo ni eres responsable de todo esto, es mi problema; me obsesioné y aún no veo la forma de cómo salir de esto, hasta que lo haga te juro que yo seré el que te hable, ¿sí?'. Dejó de abrazarme. 'Culero', dijo. Me miró una última vez, la gata está furiosa, y se fue.


Estoy seguro que por ahí he de encontrarte, un martes o un jueves, cerca al grupo de los salseros o de las chicas asiáticas. Aunque tu respuesta haya sido diferente, con la tuya nunca tuve un propósito. Hasta pronto, Daysi.

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