EL DIARIO DE UN PATINADOR: Día IV.

Amigo diario, por lo visto no eres tan diario como pensé, es decir, de todos los días; sino de cuando me acuerdo. Creo que te cambiaré el nombre y te pondré, 'amigo - cada vez que me acuerdo'. 
Te cuento que ya le compré otras llantas a mis patines, hace dos días para ser exacto. Ahora andan super rápidos, y tengo dificultades para frenar, sobre todo porque va muy rápido. Tom y Jerry, mis patines, se ven fenomenal, viejitos y todo, pero los quiero mucho. De todas formas, me encanta la adrenalina, es como si me hiciera sentir que vivo. Sobre el grupo de patinaje al que me uní, creo que ya me estoy integrando más. Hay un tipo, uno con acento colombiano (el cual hasta ahora me pregunto si es de verdad colombiano, o un peruano que estuvo en Colombia; tú sabes, los peruanos atrapamos acentos rapidísimo), que me llama 'Hardcore'; me hace pensar, cada vez que me dice eso, que soy como Wendy Sulca, cuando canta, 'me pongo hardcore'. Jajajá, dejándome de tonteras, creo que me llama así porque siempre ando cayéndome. Pasa que los otros patinadores que saben más, hacen sus trucos y todo, y yo no los sé, pero los intento, y no me salen, y pum, me caigo. Duele, pero duele rico. Y no me rindo, lo sigo intentando. Alucina que ya hasta me puedo parar en dos ruedas. Soy un genio. Poco a poco, ya verás. En cuanto al patinaje urbano, esos que patinan por las pistas y las veredas y se ven todo cool, ya voy más rápido y las piernas no me fallan tanto. Será por las ruedas que les puse. Estoy tan contento. Ayer, también, salimos de ruta. Es muy difícil patinar sobre pista mojada, pues había llovido, y es peligroso pues si por algún motivo vas rápido, puedes perder el equilibrio o no puedes frenar bien, porque las llantas resbalan y quedas 'morido' sobre el suelo. Aún así, los chicos que programaron la ruta se reunieron, y salimos por las calles. Por cierto, 'ruta' llamamos a reunirse en un punto y salir a patinar por las calles hasta cierto lugar. En este caso nos reunimos en la municipalidad de Los Olivos y patinamos hasta el centro de Lima, hasta la plaza de armas, para ser exactos. Salimos a las 10 y 30 de la noche, y llegamos a las 11 y 30. Las pistas ya no estaban tan mojadas, y todo salió muy bien, estuvo divertido. Yo me separé de ellos en prolongación Tacna, pues ya eran las 12 y si iba de regreso a la Municipalidad de los Olivos, iba a llegar a casa más tarde de lo normal. Mientras patinaba por toda la Colonial, que por cierto, sus pistas son suavecitas y muy relajantes, venía escuchando mi música, rock peruano, y en medio de la pista, solo y sin un alma al rededor, miraba el cielo con su azul nocturno, y un pequeño brillo divisé en aquel infinito, y pensé en ella. Tú, seguro te dirás, amigo - cada vez que me acuerdo, ¿quién ella? Pues... Va, solo escucha. Llegué a casa y quise escribirle, y para reprimir el sentimiento escribí sobre ti. Amigo - cada vez que me acuerdo, puede que algún día me vuelva loco por culpa de este amor, y no importa, pues los locos no estamos locos si estamos conformes con nuestros razonamientos, y yo estoy más que orgulloso de lo que siento. Este tipo de locos, muchos me han dicho, debemos estar encerrados y amarrados a una silla, con los ojos vendados y una mordaza en la boca, y no dejarlos salir de ese hueco en toda su maldita vida. Lo cierto es que a mí aún la desgracia no me ha atrapado, y no me dejaré atrapar, correré lo más rápido posible con mis patines y mi libertad, en busca de la felicidad; porque los locos todavía podemos crear cielos de colores, todavía podemos emocionarnos con la luz de una sonrisa, todavía podemos hacer poemas cursis y decir... te quiero. Oye, amigo - cada vez que me acuerdo, no te rías de mí ni sientas pena, jajajá, no importa lo que suceda después, yo estoy enamorado, y así estoy bien. Hasta el momento he encontrado un grupo de patinadores muy amigables y super buena onda. Y poco a poco divisaré a lo lejos y sin mucho esfuerzo a uno o más locos como yo, porque me gusta estar entre locos, porque la verdad, me llegan al pincho las personas sanas, los cuerdos; esos que dicen que para qué vamos a hacer tal cosa si ya todo está perdido.

¡Que se vayan a la concha de sus madres esos huevones!

¡A patinar! ¡A amar! ¡A comer! ¡A leer! ¡A escribir! ¡A dormir! 

¡A ser feliz!

Si no fuera porque yo aún la quiero, a mi bella morena... ¿cómo estará? ¿con quién estará? ¿será feliz? ¿tendrá días tristes? Yo sé que ya no tengo nada que ver con ella, pero es que a veces me preocupa saber cómo está. Si come a sus horas, si come sus naranjas, si anda por lugares seguros, si ha perdido las ganas de seguir. Oye, morena, aunque ya no me leas como antes, te dejo aquí un 'te amo' por si acaso, para cuando necesites ser feliz.



Y claro, Pinina está contigo, ella te lamerá el rostro por mí.



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