EL DIARIO DE UN PATINADOR: Día V.
Amigo diario, hola, mucho gusto, hace tiempo que no escribía sobre ti. Tengo algo que contarte: me saqué la mierda. Te voy a contar cómo pasó todo.
'Era una noche cálida del mes de febrero, el viento golpeaba mi rostro con delicadeza y me recordaba la libertad que siento al estar sobre mis patines. Todo era hermoso hasta que llegué al metro de la UNI, pues yo iba a toda velocidad, parecía el corre - caminos, la gente al verme se decía, ¡miren, es un avión, no, es un pájaro, no, es superman! Bueno, la cosa es que la calle estaba libre para yo seguir corriendo, pero en un lapso pequeño de tiempo, uno de los carros que estaba estacionado, se interpuso en mi camino, e intenté frenar de inmediato, pero como para frenar necesito mucha distancia previa, no pude hacer otra cosa más que tirarme al suelo para no chocarme contra el carro, y al momento en que iba a caer, se dobló mi tobillo, caí sobre mi tobillo, y me dolió a mares. De inmediato nada más me paré y corrí hacia la vereda para evitar que los carros que, mágicamente aparecieron atrás de mí, me atropellaran y la canción. Me sobé e intenté masajear el tobillo para calmar el dolor, como dándole los primeros auxilios, y soporté con firmeza; pero cuando intenté pararme y echar a andar de nuevo sobre los patines, me dolió y no pude pararme. Cuando me saqué el patín porque decidí caminar, vi que tenía un tobillo extra en mi pie, y con el tiempo se nacieron hasta tres tobillos. Entendí algo muy importante ese momento: tengo que aprender a frenar en seco con los patines. Lo siguiente que hice fue llamar a personas conocidas para que vengan a rescatarme, más que todo para que me ayuden a llegar al paradero para dirigirme a mi casa y comer, porque tenía hambre, pero grande fue la sorpresa, que cuando vinieron a rescatarme, el pie me dolía más de lo normal, y me ardía todo el pie por dentro, y tuve que ir al hospital. Entré por emergencia, saltando y saltando como un conejito, y no lloraba ni sufría, no, que peor sería, sino que a cada rato me inventaba cualquier excusa para estar riendo y riendo. La gente me tomaba por loco, supongo, y los doctores y enfermeras también. Ay, qué calvario para más divertido. Algo noté, todos sufren en la sala de emergencia. Yo era el único payaso que se reía y le decía hola, hola, a cualquiera que pasara en frente mío. Noté, también, que hay doctores y enfermeras irresponsables, indiferentes al sufrimiento de los demás, que mientras los otros enfermos estaban retorciéndose de dolor, ellos bien campantes con sus celulares en mano, haciendo cualquier cosa menos atender a los pacientes. Y cuando uno les pregunta que por qué no les ayudan, responden que porque no son de su especialidad. En ese momento pensé, que cuando sea presidente, no habrá doctor que se gradúe si no sabe de todo un poco, que seguirán habiendo especialistas, y que al mismo tiempo, dejen de ser indiferentes al sufrimiento humano. Otra cosa, también, es que si no sacas tu ficha de atención médica, así estés con los intestinos fuera de la panza, no te atienden. Maldito sistema. A decir verdad, no entiendo mucho el sistema que llevan a cabo en los hospitales para 'tener una atención ordenada y de calidad', solo veo lo que, en mi opinión, es necesario: atención inmediata; y si es tan necesario eso de la ficha de atención médica, se puede hacer al mismo tiempo en que el paciente con su dolencia es atendido.'
Bueno, bueno, esto del patinaje queda suspendido por un par de semanas, que es lo que me medicaron. No puedo imaginar lo aburrido que será todo este tiempo hasta que me vuelva a poner los patines.
Una de las cosas que mi salvadora, la señora Zulema, una señora a la que quiero mucho y conozco hace tiempo, y el doctor y enfermera y mi hermana y amigos me dijeron, era que dejara de patinar, que con esta experiencia aprenda de una vez, que puedo morir; sin embargo, a todos les dije que había sufrido mucho para aprender a patinar, y que un accidente como este no me detendría. Toda caída cuenta, toda herida cuenta, todo sacrificio cuenta, y no daré un paso atrás. Así me amputen las piernas, patinaré con los brazos. No me rendiré así de fácil. Si tiene que pasar lo peor, pues que pase, eso es mucho mejor que vivir con miedo. Tampoco espero que entiendan lo que siento. Patinar me da felicidad, casi la misma que experimenté cuando estuve enamorado de mi morena... En fin, colgaré los patines por unas semanas, y después, ¡de nuevo a la carga!

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