EL DIARIO DE UN PATINADOR: Día VII.
Los 26 se febrero son como todos los 26 de cada mes, pero no tan especial como los 26 de un mes en particular, agosto.
Hoy es 27, sí, pero ayer no te pude conversar, amigo diario, estuve patinando y llegué cansado y rengo a mi casa. ¡Te cuento! Ya volví a ponerme los patines. Aún me duele el tobillo, por cierto, pero me pongo 4 medias, una tobillera y una faja que hace bastante presión en mi pie, y no me hace doler tanto. En fin, lo bueno de todo es que ya salí de mi claustro, ese horrible lugar, aquel escondrijo putrefacto en el que me encierro en mi mente. Odio estar encerrado. Patinar me libera completamente, me mantiene activo, estoy fijándome en las pistas, sobrepasando los obstáculos, recuperando el equilibrio en cuanto tropiece con algo, empujándome mucho más rápido, o yendo más lento; deteniéndome cuando sea necesario, dejando pasar carros, o sobre pasándolos; pidiendo con señas, por favor, déjenme pasar, y agradeciendo el buen gesto, o mostrándoles el dedo medio por ser unos hijos de puta. Me reúno con mis amigos, patinamos juntos, nos cuidamos, llegamos al centro de Lima, nos sentamos a conversar, a comer algo, a tomarnos fotos, a reírnos, disfrutando del momento, y después, patinar a nuestras casas, separándonos en ciertas partes del camino, o yendo hasta la casa del otro. Ay, cosas que uno hace patinando.
Yo siempre me separo de ellos en prolongación Tacna, cambio de ruta en Nicolás de Piérola y llego hasta 2 de mayo. Luego tomo toda la Colonial, y las pistas para esas horas, doce o una de la mañana, están vacías, y puedo patinar a gusto, calmado, sintiendo el aire golpear mi rostro, abriendo los brazos para sentir la libertad, sonriendo, cerrando los ojos, y sin ni siquiera provocarlo, su rostro y su sonrisa y sus bellas formas aparecen en mi mente. ¡Vuelvo a abrir los ojos! Por fin soy consiente que ayer fue 26 de febrero, y que faltan 6 meses para saber que volverá a nacer este año.
Oye, niña, ¿y si me cuentas cómo haces para volar? ¿Cómo haces con los inviernos y el gris de su cielo? Los piratas en su barco sentados en la torre del mástil sentimos fríos cuando nos ponemos a mirar el horizonte, de noche, en el silencio del mar. Pensamos... Es nuestro intento fallido en tratar de entender lo que pasó, por qué el mundo cerró los ojos ante lo incierto, y por qué en cuanto los abre, dijo que no comprende lo que hubo o faltó, que lo siente mucho. En serio, a veces no hay ganas ni fuerzas de seguir peleando contra el silencio, contra fantasmas y contra el encierro... y las miradas frente al mar. Entonces los piratas solo nos sentamos callados en la torre, esperando el mañana sin la prisa de nuestros propios trabalenguas, dormimos a medias, susurrando tu canción.
Seguiré patinando.
26 de febrero - Daniel F.
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