DOS HISTORIAS EN UNA

El ambiente era el adecuado, había luna llena y su luz, junto con las ráfagas de aire, daban a su espalda. La miré con espanto, di unos pasos atrás. Ella levantó la mirada por completo, sus ojos eran rojos y de su cuerpo brotaba un aire del mismo color. Sonrió y me dijo, en luna llena es cuando la sangre empieza a hervir. Me di cuenta, entonces, que la muerte había tomado forma y estaba dispuesto a tomar lo que hasta ese momento me pertenecía, mi vida.

Soñé que sus ojos marrones se introducían dentro de mí, su mirada viajaba por entre mis venas, abriéndose paso ante todo, recorriendo el sistema circulatorio, llegando a toparse con las redes de mi mente. Desistió arreglar el problema de golpe, pensó su movimiento y dijo que paso por paso, arreglemos el problema desde acá, y se acercó a las arterias que rodeaban mi corazón. Un beso para sellar las cicatrices, una lamida para quitarle la sangre, un te quiero para cubrir las grietas, y paciencia hasta esperar que sane.

Y de pronto me acerqué, quería verla de cerca. Caminaba despacio, segura de sí, sus brazos caídos, su cabello sobre su rostro. Visualicé rápidamente que empezó a respirar ansiosa, le dio un ataque de asma así de repente. A dos pasos de ella, levantó su cabeza pero no pude verla por completo, me perdí en su boca que dibujaba una sonrisa tenebrosa, sus ojos y esa mirada diabólica y su rostro, una sombra lo cubría.

Mientras tanto, la chica de los helados de lúcuma empezó a caminar conmigo, hacía que volviera a este mundo cada vez que me quedaba callado por mucho tiempo. ¿Qué estás pensando? Preguntaba al mismo tiempo que me daba un golpe en la frente. Siempre me molestó eso, pero por algún extraño motivo, que lo hiciera ella, no lo hacía. Eres un niño bueno, dijo. Captó mi atención, le pregunté, ¿has leído el libro? ¿Qué hablas? Dijo ella, me refiero a que eres una buena persona, aunque me digas que eres malo. ¿Así? Dije, ¿ Por qué según tú? Ella respondió, porque me compras helado siempre, y porque cuando pasó esa señora con su bebé, te quedaste mirando al niño, sonreíste, y descubrí que de verdad te gustan los niños, como a mí, que no lo dijiste solo porque querías quedar bien conmigo. Sonreí, le di un beso en la mejilla, le di un beso en el cuello, y ella me dijo, toma, lame. Estaba rico su helado de lúcuma.

Ella tomó mi cuello entre sus manos, me levantó hasta suspenderme en el aire, con una mano levantó mi polo, miró extrañada mi raro ombligo, y luego clavó sus garras en mis entrañas. Quiero absorberte, decía. Ella, sin saber por qué, me fascinaba, sus formas, su mirada, su tenebrosa boca, y su diabólica forma de ser. No resistí, dejé que saciara su hambre conmigo.

'Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Pareciera que los ojos se te hubieran volado,
y pareciera que un beso te cerrara la boca.'
Era el primer poema que empecé a recitarle. Levantó su mirada, inclinó su cabeza a un costado, sus pupilas marrones se quedaron estáticas frente a mí, la claridad de sus ojos hacían que me viera reflejado en ellos, y me dijo con voz silenciosa, continúa.
'Como todas las cosas están llenas de mi alma,
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.'
Acabó su helado, apoyó su cabeza sobre mi hombro, puse mi cachete sobre su cabeza y respiré su hondo perfume de jazmines, y volví a escuchar su voz decirme, continúa.
'Me gusta cuando callas y estás como distante,
y estás quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos y mi voz no te alcanza,
déjame que me calle con el silencio tuyo.'
Me dio un ligero golpe en la barriga, me pellizcó el brazo y me reclamó con su voz chillona, ¿por qué te detienes?
'Déjame que te hable con tu silencio,
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada,
tu silencio es de estrella, lejano y sencillo.'
La aparté de mí, la paré frente a mí, mirándole a los ojos le di un beso suave, la abracé, al oído y susurrándole, sin una nueva orden, continué.
'Me gusta cuando callas porque estás como ausente,
distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan,
y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.'
En medio de la calle la besé en silencio, apartando el mundo de nosotros, construyendo un mundo nuevo de momento para nosotros, solo para nosotros dos.

'No te amo como si fueras rosa de sal, topacio,
o flecha de claveles que propagan el fuego.'
Le recitaba los poemas de Neruda con mucho amor mientras se alimentaba de mí.
'Te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.'
Sin saber cómo, no logré terminar el poema, ella me dejó y se fue con otro amor.

Me buscas mañana a las tres, ¿ok? Me dijo ella. Claro, respondí, me sobras comida, ¿ya?. Tu frase debería ser, tengo hambre, dijo ella, pero está bien, mañana cocino para ti, te lo has ganado, lindo. Me dio un beso y desapareció tras la puerta de su casa. Volteé, caminé despacio, miré al cielo y sonreí. Estoy tranquilo, pensaba, y puedo respirar. No te preocupes de nada, me dijo ella antes de llegar a su casa, yo soy tu medicina.


Escribiré, escribiré y escribiré, escribiré solo para no morirme.

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