NO CAMBIARÁS NUNCA, VIEJO NECIO

Me pregunto si debería decirle, si debería saberlo, si no la estoy como mintiendo. Ella es muy tierna, me dice cosas directas, propias de sus veintitrés años, es centrada y sabe lo que quiere, y aún así yo creo que debería saber cuánto la pienso a ella, a Jhoselin, mientras estoy con ella. Esto es perverso, soy de lo peor, pero le juraría con la mano en el corazón que he tratado de desmedir el amor que siento por ella, por Jhazmín, he tratado de atribuirle imposibles, he resaltado increíbles diferencias de entre ellas dos y aún así, sabiendo que Jhazmín me quiere, tal vez mejor, sigo pensando en aquel demonio, en la niña mala... No sé qué me hizo, esto ya es enfermo, y es que ni golpeándome la cabeza he podido sacarla de ahí, es un parásito. Cierro los ojos y distingo la sonrisa de Jhoselin de entre tantas sonrisas, su olor de entre tanta gente, su voz aún cuando me pierdo en el interior de la historia de un libro, siento sus ojos posarse en mí y me desequilibra la vida, me devuelve a la nada después de haber estado en ese otro mundo, en ella empieza todo mi día y en ella termina.
Jhazmín me dado tranquilidad, a calmado la marea con sus atenciones, no me insiste cuando por error se me escapa un pensamiento al aire sobre otra persona que no es ella, pero de todo esto, creo que a mí me gusta que me maltraten. ¿Cuántas pruebas más necesito para saber que no estoy hecho para estas cosas? O quizá, no es mi tiempo del amor. Cuanto más necesitaba la ilusión de un amor no se aparecía, y si lo hacía, yo no lo compartía; y cuanto menos lo quise, cuanto menos lo planeaba, apareció ella, la niña mala.
Creo que debería decirle, es como un código entre nosotros dos, entre Jhazmín y José, el decirnos la verdad por el respeto que nos tenemos. Aquella vez me dijo que íbamos más de un mes saliendo, pero yo recuerdo solo un par de semanas, ella está contando los días cuando la perseguía desde La Casa de la Literatura hasta el paradero. Eras mi acosador, me dijo. No es cierto, tomabas el mismo carro que yo, me defendía. Me sentía tan bien... ¿Qué debo hacer? ¿A quién debería preguntarle? Es que quiero serle sincero, quiero hacerle saber que ella me hace sentir bien, que me apenaría si después de decirle todo esto se aleje de mí, que mis días están mezclados de sus recuerdos y los míos, y también los de ella... Hacerle saber que me gusta mucho, sus ojos marrones, su risa tímida, su piel clara, su laceado cabello, su forma de ser conmigo, cuando se hace la niña y deja que la consienta, y tantas cosas más; pero que solo eso... solo me gusta, le tengo un cariño enorme.
Quizá debería dejar de insistir en buscar un amor para calmar otro, esto no es tan fácil para unas personas como para otras. No diré que cómo no la encontré antes a ella, a Jhazmín, porque no soy un idiota, o bueno, quizá un poquito; Jhoselin significó mucho para mí, a pesar de todo  la respeto y quiero en demasía, y aunque no funcionen las cosas de la misma forma para ella como para mí, jamás le haría semejante bajeza; y tampoco a Jhaz, tampoco a ella, es por eso que le diré todo lo que está pasando.

[...]



Me dolió la cachetada, chica de los helados de lúcuma, pero igual esperaré tu llamada. Gracias por la tranquilidad que me has dado, a pesar de todo lo que ha sucedido contigo, sigo estando tranquilo, te fui sincero, y ese último beso ojalá que no sea el último. 
Jhaz, quiero que sepas que te quiero, y que... 'Me gustas cuando callas porque estás como ausente'.

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