UN SÁBADO SIN REMEDIO ALGUNO Y JÉSSICA
Había tenido un sábado... un sábado... no sé qué adjetivo quedaría exacto. ¿Raro? ¿Interesante? ¿Tonto? ¿El mejor sábado? No, ninguno convence. Un sábado sin remedio alguno. Desperté tarde, once de la mañana, salí a comprar mi almuerzo porque no tenía ganas de cocinar, regresé a comer mientras veía una película, tomé mi jarabe para mejorar el calcio de los huesos (la nueva enfermedad que estoy pasando), y salí al encuentro de los amigos que estaban llamando a cada rato al celular que decían, 'Oh, rhasta, ¿a qué hora vas a venir?'. Pensé en cortarme el cabello, cortarme las uñas y rasurarme la barba, pero luego lo pensé mejor y me dije, '¡Al carajo!'. Llegué a la Plaza Dos de mayo y caminé hasta Caquetá, visité mi antiguo correo, solo fui a saludarles, y bueno, los encontré como los había dejado. Me despedí y tomé un carro para bajarme en el Puente de la UNI, llamé a un amigo y le dije que ya había llegado, nos reunimos y estuvimos en su casa conversando de cosas de la ...