EL BARCO DE LOS SUEÑOS
Soñé con un inmenso mar en el cielo. Soñé que en mi barco miraba de cabeza la tierra y su basto océano. Entonces surqué un camino hacia el horizonte, navegué en dirección al sol, esquivaba las nubes y sus fuertes vientos. Parado sobre la torre de mi barco, con el cabello apuntando hacia el centro de la tierra, con la ropa cayendo por mis costados, sonreí de alegría al sentir mi sangre en la cabeza, y mi tripulación aún temerosa, se sostenían de alguna parte del barco, pensando que si se soltaban caerían, aún viéndome parado ahí, con los brazos cruzados, mirando el sol.
¡Vamos todos! ¡Vengan, camaradas! Suéltense de donde están agarrados, abran los brazos y sientan este aire, ¡esta libertad! Estamos navegando en el mar más grande del planeta, inclusive más grande que el que solíamos conocer, ¡estamos navegando en el cielo! ¡Olviden el miedo a caer! Miradme, miradme tontuelos, ¿acaso creen que esto es de mentira? No tengo clavos en los zapatos, ¡de verdad estoy parado sobre mis pies!
Uno de ellos gritó, ¡Capitán! ¿Qué pasa si me suelto y me caigo? Usted es grande y poderoso, y ha retado a los monstruos más grandes del océano, ha vencido a los piratas más diestros, y ha ganado con honor todos los duelos que se le presentaron, ¿acaso hay algo imposible para usted? ¿acaso ganarle a la naturaleza no sería pan comido para usted, oh, capitán?
Yo le respondí, ¡Camarada mío! Me halagan tus palabras, y cierto es que soy muy poderoso, y no me reniego con la humildad, ¡a cualquier enemigo puedo vencer, incluso a la misma naturaleza! Pero os digo que esto es la pura verdad, simplemente estoy parado sobre este barco, de cabeza al mundo, navegando en busca de lo que nadie se atrevió antes a buscar, ¡el tesoro más grande: el mismo sol! Te digo, camarada mío, que aún siendo lo poderoso que soy, no sobreviviría a tal caída de quién sabe cuántos pies de altura. Si tú, camarada mío, te caes al soltarte, yo mismo me lanzo a rescatarte y pondré mi cuerpo como escudo y te protegeré de la caída.
Otro más, a lo lejos, respondió ante tal declaración, ¡Oh, capitán! Magnífica es su capitanía, grandioso es su poder, y gloriosos son sus triunfos, ¿pero por qué arriesgar la sin igual vida de un legendario capitán por la vida de un simple marinero como ese? Se han hecho canciones en su nombre, se paga una enorme cantidad de oro por su cabeza, y yo orgulloso moriría peleando a su lado, ¡pero no me imagino a usted poniendo su vida por debajo de la mía, un paupérrimo hombre infeliz!
Yo le respondí, ¡Pobre infeliz! No es mi grandeza la que me importa, no es mi fuerza la que me sostiene, ¡sin ustedes nunca habría sido capitán de este barco! ¡sin ustedes nadie me llamaría capitán ni alabarían mis proezas! ¡sin ustedes esta aventura no tendría sentido! ¡¿qué haría, pues, el ser más poderoso de todos los mares, sin camaradas amigos como ustedes?! ¡Déjenme de joder, sin vergüenzas, suéltense todos y si se caen, yo los salvaré!
¡Oh, capitán! Gritaron todos y se soltaron de sus miedos. El silencio inundó el barco por unos segundos, y de pronto los gritos de alegría, los gritos de ¡Oh, capitán, mi capitán! Rebozaban por todos lados.
Gracias, capitán, gracias por darnos el valor, se acercaban algunos a decirme.
¡Camaradas! Grité. Todos miraron donde estaba. La luz del sol al oeste hacía sombra a mi silueta, y me daba un aire majestuoso, como si llevara un aura a mi alrededor, y les dije de todo corazón, ¡Díganme, camaradas, díganme cuáles son sus sueños!
¡Ser el hombre más rico del mundo! Gritó uno con júbilo. Todos rieron y le gastaron bromas.
¡Dígame otro un sueño que lleven en sus corazones!, Grité otra vez.
¡Quiero tener un hijo y enseñarle a ser un gran pirata!, Gritó otro. Todos rieron y le gastaron bromas.
¡Otro sueño, grítenlo! Dije otra vez.
¡Comer hasta reventar!, dijo otro, ¡Tener a la mujer más bella del mundo!, otro, ¡Volar! ¡Nadar hasta las profundidades del mar! ¡Convertirme en pez! ¡Ser más fuerte que usted! ¡Volver a ver a mi familia! ¡Destruir una ciudad entera! ¡Comer ajíes! ¡Ser cocinero! ¡Casarme y tener una familia!
Todos empezaron a gritar sus sueños, todos descubrían sus corazones, todos se divertían con las cosas que se decía, hasta que uno preguntó, ¡Capitán! ¿Cuál es su sueño?
Yo lo miré, me di la vuelta, usé la mano como visera y apunté hacia el oeste, ¡Llegar al sol! Se quedaron en silencio. Volteé a ver. Estaban callados, mirando el sol posarse sobre las cálidas brisas del mar en el horizonte, el color anaranjado rojizo que invadía nuestro nuevo mar, y vi cómo brillaban sus ojos. ¿Por qué? Se escuchó una voz decir, Si sabe que es imposible llegar ahí, ¿por qué quiere ir hasta el sol? Yo nunca podría llegar al sol.
Yo le respondí, No importa lo pequeño o insignificante que seas. ¡Si el sentimiento te invade, puedes retar hasta los hombres más grandes del mundo!
¿Inclusive a usted, oh, capitán?, preguntó.
Yo le respondí, No pidas tanto, pequeño insecto. Le sonreí. Un hombre debe tener un sueño ardiente en su pecho. No se conformen con resistirlo cada día... ¡ENFRÉNTENLO! ¡Rían y disfruten! ¡Mientras reten a lo imposible, cualquier estilo de vida será un paraíso!
¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Capitán, capitán! Gritaron todos.
Uno se detuvo frente a mí, me dijo, pero habrá personas que...
Quizá desafiemos el sentido común, le dije, todos hicieron silencio; y puede que la gente se burle de nosotros, ¡Pero a quién le importa! ¡DE ESO SE TRATA LA AVENTURA! Vengan, amigos, vengan. Los reuní a todos a mi lado formando una media luna en la proa, mirando al sol, les dije, ¡Leven las velas, camaradas, el gran barco de los sueños llegará al sol!
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